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Marcelino Izquierdo

Historias Riojanas

Un cementerio bajo el IES Sagasta

 

Bajo el edificio del IES Sagasta reposan los restos de más de 200 frailes carmelitas. El 21 de septiembre de 1900 se inauguraba el actual Instituto de Segunda Enseñanza, asentado sobre lo que era el antiguo convento de los Carmelitas. Lo que muy pocos saben es que, junto a los cimientos del centro educativo, bajo las aulas, la biblioteca, la sala de profesores, los patios de deporte y recreo, existe un cementerio con las tumbas de 202 religiosos de la orden del Monte Carmelo. Así lo documenta el historiador y cronista arnedano Felipe Abad León en su libro ‘El muro y la noria’, un recorrido en el tiempo, a través de 440 páginas, del convento de los Carmelitas Descalzos de Logroño.

«Los Carmelitas Descalzos están en La Rioja desde 1598, año en el que se fundó el convento de las Carmelitas de Calahorra; en 1603 el de los padres de Calahorra, en 1628, los padres de Logroño y algo más tarde, el de las carmelitas de la capital», asegura el sacerdote carmelita José Miguel Garrido, párroco de Nuestra Señora del Carmen.
Desde su llegada a la capital riojana, los religiosos del Monte Carmelo se instalaron en diferentes edificios de la ciudad, aunque el lugar donde más tiempo residieron fue donde hoy se encuentra el Instituto Sagasta, para cuya construcción se emplearon materiales del convento derribado de los Carmelitas, que tuvieron que abandonarlo tras la desamortización de Mendizábal.

El monasterio se levantó en el siglo XVII, en medio de fértiles huertas –más allá de las murallas de Logroño–, frente al Muro del Siete (hoy Cervantes) y el Muro del Carmen. Ocupaba el actual espacio del IES Sagasta, la Glorieta y otras zonas de labranza aledañas, con sus tapias, su noria y todo lo necesario para el autoabastecimiento de los carmelitas.
«He dividido mi libro en dos etapas –explica Felipe Abad–. En primer lugar, incluyo el período que va desde la fundación del monasterio, en 1628, hasta las desamortizaciones de mediados del XIX, el posterior abandono del convento, su uso por instituto y su demolición, a finales de ese mismo siglo».

Ya en la segunda parte, el autor analiza la época que va desde la refundación (1917), en el convento de las Carmelitas Descalzas que se hallaba al otro lado de la antigua vía del ferrocarril, en el espacio que hoy ocupan el hotel Carlton e Ibercaja. «La vigente parroquia de Nuestra Señora del Carmen, con más de 70 años de vida –añade–, se instaló en un edificio entre las calles Jorge Vigón y Doctores Castroviejo en 1947. Se trataba de una iglesia neogótica, diseñada por el arquitecto Agapito del Valle, que fue derribada en 1973 y vuelta a levantar en la planta baja de un nuevo edificio, donde ahora se encuentra».

Muertos entre 1628 y 1808

El convento de los Carmelitas Descalzos tuvo una gran importancia durante sus 180 años de existencia, tanto dentro de la orden del Monte Carmelo como en la vida de la propia ciudad. En su libro ‘El muro y la noria’, además de los avatares de la orden y del propio convento, Abad León ha incluido las biografías, más o menos cortas, de los 700 padres carmelitas que vivieron y, muchos de ellos, murieron en Logroño entre 1628 y 1808. «Como en otros muchos monasterios –argumenta el historiador–, la mayoría de los religiosos que fallecían enclaustrados eran inhumados en el propio convento, principalmente en el templo». De ahí que bajo la iglesia del Carmen, punto neurálgico del convento, iban siendo enterrados los frailes, tanto en las capillas laterales como en otras zonas del templo, así como en los claustros.
«Como anécdota –señala Abad–, entre 1794 y 1795 fallecieron tres carmelitas, que fueron inhumados en sepulturas contiguas números 17, 18 y 19, en la capilla del Carmen. El primero, José Ágreda Ruiz de Alda, tenía 80 años y fue tracista general de la orden e ingeniero; el segundo, Francisco Armendariz Beriain, era un estudiante de 19 años, y, el tercero, Andrés Fresno Machacón, de 79 años, fue un reputado sabio que editó las obras completas de santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz».

Los últimos enterramientos tuvieron lugar en 1808, pues a raíz de la francesada las tropas de Napoleón expulsaron a los monjes y tomaron el convento como cuartel. Destruido durante la Guerra de la Independencia, los carmelitas volvieron a levantarlo, pero la desamortización de Mendizábal les obligó a abandonarlo definitivamente. Esta medida coincidió en el tiempo con el nacimiento del Instituto de Segunda Enseñanza, en plena I Guerra Carlista, que ocupó las instalaciones del convento en 1843, gracias al empeño de Espartero. El edificio sería derribado en 1895 e inaugurado el  actual instituto un lustro después.

Obra del arquitecto logroñés Luis Barrón

El 20 de abril de 1895 comenzaron las obras de derribo del antiguo convento carmelita, por entonces sede del instituto, aunque la actividad académica no se interrumpió, pues profesores y alumnos fueron trasladados a la calle Barriocepo nº 13 (actual Colegio de Arquitectos de La Rioja). El arquitecto municipal Luis Barrón elaboró los planos del nuevo centro instituto, que en 1894 aprobó el Ministerio de Fomento. Tras más de cinco años de obras , el 21 de septiembre de 1.900, festividad de San Mateo, se inauguró el curso académico y el nuevo centro denominado ‘Instituto General’. En 1923 cambió de nombre por el de ‘Instituto Nacional de 2ª Enseñanza’, en 1959 por el de Instituto Marqués de la Ensenada, mientras que en 1975 se bautizó, en honor del insigne político torrecillano, como ‘Instituto Práxedes Mateo Sagasta’.

 

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Certezas, curiosidades y leyendas del pasado, de la mano de Marcelino Izquierdo

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