Adriano de Utrech, regente de Carlos V, visitó Santo Domingo, Casalarreina, Nájera, Logroño, Alcanadre, Calahorra y Alfaro en 1522
Muchos sucesos transcurrieron en La Rioja durante las primeras décadas del siglo XVI, aunque quizá el más conocido de todos sea el sitio de Logroño y la derrota francesa el mismo día de san Bernabé. ¿Qué casualidad, verdad? Pero en aquellos tiempos convulsos del Renacimiento fue la región constantemente visitada por reyes, emperadores e, incluso, un Papa. El único Pontífice que, como tal, ha pisado esta tierra. Fue Adriano VI un holandés que disfrutó en nuestra tierra con fiestas y homenajes. Pero, vayamos por partes.
Tiempo atrás, los Reyes Católicos habían visitado Nájera y Logroño casi a la par que Cristóbal Colón descubría América (1492). Tres décadas más tarde, sería el joven monarca Carlos I de España y V de Alemania quien permanecería durante varias e intensas jornadas en este tramo del Ebro. Corría el mes de febrero del Año del Señor de 1520.
Con 19 años –cumplió los 20 una semana después–, el monarca nacido en Gante fue recorriendo pueblos y ciudades en los que prestó juramentos, acató viejas leyes y refrendó fueros. Así lo hizo en Calahorra y Nájera, aunque, sin duda, la promesa que el emperador realizó ante el Fuero de Logroño, en la iglesia de Santa María de Palacio, fue decisivo para que sus habitantes defendieran a sangre y fuego la plaza cuando, meses después, quedó sitiada por las tropas franco-navarras comandadas por el general Asparrot en 1521.
Fue tal la lealtad logroñesa a la causa de los Austria que Carlos V regresaría a La Rioja en 1523, como lo atestiguan las puertas de la muralla del Revellín en Logroño y la de Carlos I en la vecina Nájera. Pero el huésped más singular fue, din duda, el Papa Adriano VI, además de San Ignacio de Loyola, que atravesó La Rioja en aquellas mismas fechas, si bien todavía como el caballero Íñigo López de Loyola.
Nacido en la ciudad holandesa de Utrecht (1459), Adriano era profesor de Teología en la Universidad de Lovaina cuando Maximiliano de Austria lo eligió como tutor de su nieto Carlos. Durante diez años fue maestro y amigo, hasta el punto de que el también nieto de los Reyes Católicos lo envió en su nombre ante el cardenal Cisneros, regente tras la muerte del rey Fernando de Aragón, y también para vigilar sus derechos sucesorios al trono. Adriano de Utrech se convirtió primero en obispo de Tortosa, más tarde en inquisidor general de las Coronas de Aragón y Castilla y regente de España, tanto al morir Cisneros como cuando el monarca se ausentó, en 1520, para ser investido como cabeza del Sacro Imperio.
En Vitoria se hallaba el 24 de enero de 1522 cuando supo que, 15 días antes, el cónclave de cardenales, reunido en la Ciudad Eterna, le había elegido Papa. Bajo la protección militar del riojano Duque de Nájera, Antonio Manrique de Lara y Castro, hasta hacía unos meses también virrey de Navarra, Adriano VI pernoctó en Santo Domingo de la Calzada, donde visitó la tumba del patrón. En Casalarreina «inauguró la Fábrica e Yglesia de Ntra. Sra. de la Piedad» (Monasterio de Nuestra Señora de la Piedad), el único monasterio de España inaugurado por un Papa. Ya en el palacio del duque en Nájera, muy cerca de Santa María la Real, fue obsequiado con un «gran banquete» –cuentan las crónicas–, pero tenía prisa el pontífice por zarpar en barco hacia Italia.
Como escribió Blas Ortiz, provisor de la diócesis de Calahorra, que acompañó a Adriano hasta Roma, el Papa pasó por «Logroño, ciudad muy agradable tanto en su interior como por sus bellos alrededores llenos de árboles, hermosos viñedos y otras ricas plantaciones, que el caudaloso río Ebro riega».
Gran fiesta en Logroño
Y sigue explicando en su ‘Itinerarium Hadriani’ que el Pontífice fue recibido «bajo grandes arcos triunfales adornados de guirnaldas» en medio de gran solemnidad y alegría, con música y tronar de artillería. Siempre acompañado por Manrique de Lara, mano derecha del emperador, Adriano prosiguió viaje por Alcanadre y Calahorra, que también le recibió con celebraciones que compitieron en grandiosidad con las anteriores.
En Alfaro, «el duque de Nájera, que venía acompañando al Pontífice desde Santo Domingo, se despidió aquí del Santo Padre, y dejando al servicio de Su Santidad sus trompeteros, volvióse a su ducado», narra Blas Ortiz. Cuando Adriano llegó a Zaragoza, le informaron de que había peste en Barcelona y Lérida, así que permaneció en la capital aragonesa hasta que pudo zarpar desde Tarragona. Tomó posesión en Roma el 31 de agosto y su papado duró hasta el 14 de septiembre de 1523, poco más de un año.
No era la primera vez que el cardenal “Adriano Florencio”, entonces obispo de Tortosa visitaba La Rioja. Meses antes de ser nombrado Papa (el 23 de julio de 1521), ascendió hasta el Monasterio de San Prudencio de Monte Laturce donde intercambió varias reliquias a cambio de un fragmento costal del santo de Armentia, por un dedo de San Juan Bautista “engastado en plata. Por esas fechas el futuro Adriano VI se desplazó hasta Varea, donde bendijo los altares de la Iglesia parroquial, acontecimiento grabado en el templo con la fecha de 1521.