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Marcelino Izquierdo

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El milagro del gallo y la gallina, según la pluma de Manuel Azaña

 

El milagro del peregrino ahorcado ha recorrido el Camino de Santiago desde la Edad Media hasta nuestros días y, aunque tiene en Santo Domingo de la Calzada su marco más incomparable y extendido, es una leyenda que se ha propalado por la geografía jacobea de Francia, Alemania o Italia, y son innumerables las obras de arte que lo atestiguan en iglesias y museos.

Entre las diferentes versiones del milagro del gallo y la gallina calceatenses, es digna de reseñar la escrita por uno de los intelectuales más relevantes de la primera parte del siglo XX, Manuel Azaña, quien a la postre ejercería el cargo de presidente de la II República.

En sus Obras Completas Azaña incluye un cuadernillo titulado Castilla la Vieja: 1926, tres páginas repletas de breves apuntes que giran alrededor de la estancia de don Manuel por Burgos y La Rioja, allá por el verano de 1926, fecha en el que formó parte de un tribunal de oposiciones a notarios.

De la mano de Amós Salvador Carreras

Además de tierras burgalesas, Azaña visitó La Rioja de la mano de su amigo, el arquitecto logroñés Amós Salvador Carreras, hijo del prócer local Amós Salvador Rodrigáñez y descendiente directo de Práxedes Mateo Sagasta. Precisamente, hasta el próximo 19 de mayo la sala Amós Salvador reúne 67 fotografías tomadas por Amós Salvador Carreras, en una exposición organizada por Cultural Rioja bajo el título ‘La mirada recuperada’.

La amistad entre Azaña y Salvador Carreras se consolidó en Madrid, alrededor del Ateneo de la capital de España, y llegó a su máxima expresión cuando, en 1936, y durante un breve período de tiempo, el presidente de la República le pidió al arquitecto logroñés que ocupara el difícil cargo de ministro de Gobernación. De la vida de Amos Salvador Carreras, que tras la Guerra Civil tuvo que huir de España para salvar la vida, ya hablaremos otro día.

 

 

Pero volvamos al milagro calceatense. La estancia de Azaña en Burgos y La Rioja está documentada en la biografía del intelectual y política escrita Cipriano de Rivas Cherif. En ella cuenta con pelos y detalles cómo ambos amigos recorrieron los monumentos de la ciudad castellana, el monasterio de Fresdelval, Santo Domingo de Silos, Covarrubias, San Pedro de Arlanza y, lo que en esta ocasión más nos interesa, Santo Domingo de la Calzada.

Las notas de Azaña, que aquel mismo año cosechó el Premio Nacional de Literatura con La vida de Juan Varela, no distan mucho de la versión tradicional que se explica a los peregrinos en la propia catedral calceatense. De la pluma de Azaña, dice así: «Un matrimonio, con un hijo mancebo y guapo, posó en Santo Domingo. La moza de la posada se prendó del mancebo y le requirió de amores. El mancebo rehusó. Al marcharse, la moza escondió en las alforjas del mancebo unas alhajas. Ido, lo acusó de robo. Salieron en su alcance, le hallaron el cuerpo del delito y fue ahorcado. Los padres se llegaron de noche, a recoger el cuerpo de su hijo, y hallaron que vivía. Fueron en busca del alcalde, que estaba cenando un pollo, y diéronle cuenta del caso. Se burló:  “Cuando este pollo eche plumas y cante, vivirá tu hijo”.

El pollo, en la cazuela, comenzó a echar plumas, se alzó y cacareó vivo. Tal es el milagro de Santo Domingo».

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Certezas, curiosidades y leyendas del pasado, de la mano de Marcelino Izquierdo

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