Los espectros de los monjes blancos que, allá por el Medievo, buscaban la gracia de Dios por las serranías de La Rioja Baja, vuelven a levitar cada año sobre la ladera del monte Yerga, con la banda sonora del Salmo de David. El ‘Miserere de Yerga’, que se representa desde 1992 en Autol, no es sino la adaptación de ‘El Miserere de la Montaña’, de Gustavo Adolfo Bécquer, uno de los más inquietantes cuentos de terror de la literatura romántica patria.
Gustavo Adolfo y Valeriano Bécquer –este último, notable pintor del Romanticismo español– frecuentaron balnearios próximos a La Rioja en los que poder aliviar las dolencias del menor de los hermanos. Así, tanto en Fitero como en el monasterio de Veruela, a la sombra del Moncayo, los Domínguez Bastida Insausti de Vargas –que eran sus verdaderos apellidos, pues el artístico Bécquer lo tomaron de antepasados flamencos– recorrieron tierras de la antigua provincia de Logroño y conocieron leyendas como la del Miserere.
Si bien la localidad navarra de Fitero puso el grito en el cielo cuando Autol comenzó a escenificar la obra de Bécquer, lo cierto es que la leyenda medieval sobre la que se basa el escritor sevillano sí que tiene su origen en el riojano monte Yerga. De hecho, cuando San Raimundo de Fitero fue elegido para fundar el primer monasterio cisterciense de España, nada más cruzar los Pirineos se instaló en Niencebas, lugar cedido por Alfonso VII, y que en la actualidad pertenece a Alfaro. Tiempo después, San Raimundo trasladó el monasterio al denominado Castellón de Fitero, en la frontera entre La Rioja y Navarra.
Las ruinas autoleñas, ahora escenario de los fantasmas becquerianos, pertenecían a la ermita de Nuestra Señora de Yerga, fundada en el siglo XII y desamortizada por Mendizábal en 1835.