La comparecencia de Mariano Rajoy en sede parlamentaria atravesó el caluroso 1 de agosto a velocidad de vértigo y sin arrojar luz alguna al denominado ‘caso Bárcenas’ (fin de la cita).
El presidente del Gobierno de España pidió perdón por confiar en Luis Bárcenas, pero no por cobrar por encima de sus posibilidades mientras los españoles cobraban muy por debajo de sus salarios: «Se han pagado sueldos, sí; se han pagado remuneraciones complementarias, sí; se han pagado anticipos por gastos inherentes al desempeño del cargo; también, como en todas partes. Es de justicia» (fin de la cita).
En esta ocasión, la pregunta de qué líder político había sido el ganador del debate parlamentario tiene fácil respuesta: «Todos hemos perdido» (fin de la cita).
El catedrático de Derecho Constitucional Javier Pérez Royo aseguraba, tiempo atrás, que «cuando un sistema político se ve sometido de forma generalizada a un proceso de verificación judicial, acaba irremediablemente en el colapso» (fin de la cita).
La raíz y el objeto de la Justicia no es condicionar la vida política, sino resolver los conflictos sociales y penales (fin de la cita).
Porque no se puede pretender que el tiempo político y el tiempo jurídico sean equiparables. Lo mismo ocurre con la presunción de inocencia (fin de la cita).
Muy al contrario, la máxima que los servidores públicos deben seguir a rajatabla tiene su origen en la frase acuñada por el historiador Plutarco: «No basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo» (fin de la cita).
Escribió el fabulista Esopo: «Colgamos a los ladrones de poca monta, pero a los grandes ladrones los elegimos para cargos públicos» (fin de la cita).
«Luis, lo entiendo. Sé fuerte» (fin de la cita).