La parroquia de Santo Tomás Apóstol nunca ha gozado, digamos, de demasiada fortuna. Quizás sea por los percances, accidentes y agresiones que, con el paso del tiempo, han ido socavando su excelso patrimonio. Quizás sea por presumir Haro de su basílica de la Vega, virgen y patrona, que eclipsa al resto de las iglesias de la ciudad jarrera. Quizás sea porque, encaramada en la Atalaya, en el extrarradio de la zona noble que tiene su epicentro en la plaza de la Paz, quede un tanto a desmano de propios y extraños. En fin. Sea por lo que sea, Haro tiene en Santo Tomás una joya oculta, uno de los tesoros no sólo locales sino, incluso, de toda la región. Es cierto que “La Rioja Tierra Abierta” le ha buscado un hueco en su programa de actividades, con la visita a las cubiertas o la instalación de pequeñas exposiciones, pero no es menos verdad que el pórtico esculpido por Bigarny bien hubiera merecido mayor protagonismo.
Su enorme torre barroca, la primigenia, sirvió como modelo para otras que se yerguen, orgullosas, en la comunidad autónoma y alrededores. El doctor en Historia del Arte Enrique Martínez Glera señala la importancia de la torre en la que se inspiraron las de la concatedral de Santa María de la Redonda de Logroño, Nuestra Señora de la Asunción de Briones, catedral de Santo Domingo de la Calzada o Santa María de la Asunción de Oyón.
Pero la joya de la corona es su fachada, la portada del mediodía, esculpida en estilo plateresco por Felipe Bigarny. El maestro borgoñón labró la piedra de las canteras de Fontecha, en las primeras décadas del siglo XVI, y lo hizo a modo de retablo dedicado a la Pasión de Cristo y a Santo Tomás apóstol y mártir, aquel que sería recordado por sus incrédulas palabras sobre la pasión de Cristo: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos, y meto mi mano en su costado, no creeré».
Magistral tratado de iconografía
El pétreo retablo fue divido por Bigarny en tres cuerpos de seis calles y ático, en cuyos laterales once apóstoles con vestido talar muestran sus atributos, mientras que Santiago el Mayor aparece ataviado de peregrino, en un guiño del autor ante la trascendencia que la Ruta Jacobea atesora para Haro y La Rioja. Las dos puertas que dan acceso al templo están concebidas en arco de medio punto y separadas por parteluz, bajo un friso adornado con caras de ángeles. Justo encima, dos tímpanos semicirculares adquieren el protagonismo que el escultor pretendía: simbolizan las dudas de Santo Tomás, que introduce su mano en el costado de Jesús, así como la aparición de Jesús resucitado ante sus atribulados apóstoles. Sobre ellos, la flagelación, la coronación de espinas, Jesucristo ante Caifás y el calvario en cuatro relieves con escenas evangélicas. Y, en lo alto, protegido por una hornacina, Cristo tocado con corona imperial, el globo terrestre en su mano izquierda y flanqueado simétricamente por el escudo de armas de los Fernández de Velasco.
El paso del tiempo y las algaradas callejeras de los años 20 (según Ladislao Gil Munilla) han ido deteriorando este prodigio de la escultura renacentista que, de encontrarse en Ostende -por ejemplo- estaría en la nómina de las “Siete Maravillas de Bélgica”. Pese a las diferentes restauraciones realizadas durante la segunda mitad del siglo XX, su estado de salud deja mucho que desear.
Bigarny, en Casalarreina
Bigarny realizó también el retablo mayor de la parroquia, de notable calidad según las fuentes, pero su estado de ruina aconsejó desmontarlo allá por el siglo XVIII. Durante un tiempo residió en Casalarreina y, aunque no hay datos que lo ratifiquen, bien pudo haber colaborado en la construcción del monasterio de Nuestra Señora de la Piedad.
Pero… ¿quién era Felipe Bigarny? Sin duda, uno de los más insignes escultores y tallistas del Renacimiento español. De cuna francesa, Bigarny llegó a España a través del Camino de Santiago hasta detenerse en Burgos, donde estableció su taller y fue maestro de escultura y talla de la catedral. Colaboró con artistas de la altura de Alonso Berruguete, Diego de Siloé, Andrés de Nájera o Juan Picardo. Sería imposible resumir una obra tan extensa y brillante como la de Felipe Bigarny, pero está repartida en enclaves tan destacados como -además de la citada catedral burgalesa-, las catedrales de Toledo, Santo Domingo de la Calzada, Palencia, Alcalá de Henares o Salamanca, Universidad de Salamanca, Universidad Complutense, Capilla Real de Granada, Museo Nacional de Escultura de Valladolid, Monasterio de San Salvador de Oña, Cervera de Pisuerga o Peñaranda de Duero.
Tan mala suerte tuvo la iglesia jarrera de Santo Tomás que, pese a que fue declarada Monumento Nacional de Interés Histórico-Artístico en 1931 (Nº 155 de la Gaceta de Madrid de 4 de junio de 1931), la gozosa noticia no fue conocida en Haro hasta que en la primavera de 1944 apareció por la prensa regional.