«Sólo publican memorias aquellas personas que ya han perdido totalmente la memoria»

Oscar Wilde

En la segunda entrega de sus memorias, bajo el título de ‘El compromiso del poder’, José María Aznar rememora el atentado del 11-M, que en marzo cumplirá una década. El expresidente del Gobierno escribe en su libro que, dos días después del atentado más sangriento de la historia de España, el CNI –por boca de su entonces director, Jorge Dezcallar– no estaba «en condiciones de respaldar o rechazar ninguna de las dos grandes alternativas en presencia»: ETA o Al Qaeda. Añade Aznar que en la jornada de reflexión (13-M, sábado por más señas), almorzó con Mariano Rajoy, candidato del PP a la Presidencia, y con el aún ministro del Interior, Ángel Acebes, con los que compartió el «informe personal, no clasificado» del Centro Nacional de Inteligencia.

Sin pretender hacer sangre ni profundizar en la gestión que de los ataques islamistas realizó el Ejecutivo de Aznar, surgen preguntas de difícil respuesta:

Si el CNI no atesoraba certeza alguna sobre la autoría, ¿por qué el Gobierno mantuvo, contra viento y marea, la tesis de la banda terrorista ETA?

¿Cómo es posible que al día siguiente del atentado toda la prensa internacional apuntara ya al islamismo como responsable?

Si Acebes ya conocía el 13-M –sábado, por más señas– las «dudas» de los servicios secretos españoles, ¿por qué un teletipo de la Agencia EFE, firmado por Miguel Platón, afirmaba esa misma tarde que «las pistas apuntan a ETA y descartan a Al Qaeda»?

Y, por último, ¿por qué Rajoy, en una entrevista publicada por ‘El Mundo’ el 15-M –domingo, por más señas–, afirmó sobre el atentado: «Tengo la convicción moral de que fue ETA»?