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Marcelino Izquierdo

Historias Riojanas

Pimiento riojano: conserva y tradición

La primera fábrica de conservas vegetales de España nació en La Rioja en 1848. La industria prosperó a finales del siglo XIX y tuvo uno de sus momentos álgidos durante la I Guerra Mundial

 

No es extraño que la industria conservera sea, en la actualidad, uno de los pilares básicos de la economía regional, pues de casta le viene al galgo: la primera instalación de conservas vegetales de España se fundó en La Rioja en 1848.

Según el investigador José Ramón Moreno, tal honor fue para Prudencio Trevijano, que creó un establecimiento de embotado de melocotones, con el patrocinio del marqués de La Habana, concuñado de Espartero y socio, junto a él y al marqués de Murrieta, en otros negocios vinícolas.

Hacia 1860, la industria conservera riojana dio su primer salto cualitativo, concentrando sus fábricas en Logroño y Calahorra. Pimiento y tomate eran sus productos estrella. Seis años más tarde, la provincia contaba con 20 empresas, de las que ocho estaban radicadas en la Ciudad de los Mártires.

Si nos basamos en la estadística de la Contribución, en 1876 funcionaban 24 fábricas en Logroño, Calahorra, Lardero y Pradejón; en 1886 eran más de 40; en 1900 llegaban a 49 y en 1915, a las 51, según el estudio de Moreno, titulado ‘Industria, agricultura y crecimiento económico: las conservas vegetales y el regadío en La Rioja durante el siglo XX’.

Fue en la ciudad de Alfaro cuando, en 1902, nació la fábrica conservera ‘La Riojana’, sustentada por la sociedad ‘Azpilicueta y Belsué S.L.’. Félix Azpilicueta, que también fundó ‘Bodegas El Romeral’, se constituyó como socio capitalista de Belsué.

El relevo al frente de ‘La Riojana’ recayó en manos de Victorio Belsué. Ya en 1940, Telesforo Hernández Martínez abrió una nueva fábrica e integró la sociedad ‘Galdámez Hernández, S.L.’, según el historiador Diego Ochagavía, que fue director del Instituto de Estudios Riojanos (IER) en los años 50.

Aunque con el paso del tiempo el muestrario de productos de ‘La Riojana’ se amplió al espárrago, melocotón, guisante, alcachofa o tomate, al principio el producto estrella era la lata de pimientos. ‘La Riojana’ extendió su mercado por toda España –hay facturas que así lo atestiguan– y también en Hispanoamérica, sobre todo en Argentina.

Método tradicional

Gracias al reportaje fotográfico que la firma alfareña realizó como reclamo publicitario, entre 1910 y 1916, conocemos el procedimiento tradicional que se utilizaba por aquel entonces a la hora de embotar pimientos. Un método que no varía mucho del que artesanalmente se ha usado en La Rioja de manera doméstica y que, hoy en día, pervive de padres a hijos –en realidad de madres a hijas–.

A lo largo del otoño, aprovechando la cosecha, miles de hogares riojanos continúan embotando los pimientos y, aunque la técnica es parecida a la de hace un siglo, cada cual aporta su chispa de originalidad, como por ejemplo añadir aceite de oliva o unos dientes de ajo.

 

Hasta hace poco más de dos décadas, la conserva (pimiento, tomate, melocotón…) se introducía en botes que había que llevar al soldador u hojalatero –de ahí el nombre–, quien los sellaba herméticamente. Algunos de los botes se abombaban porque les entraba aire y no podían consumirse, pero, por lo general, su caducidad podía superar el año.

En la actualidad, la mayor parte de la conserva casera se realiza en frascos de cristal –que dan mejor resultado y no precisan de hojalatero– y, en los últimos años, a la conserva vegetal se ha unido la de pescado y, más en concreto, la de bonito.

Pero retrocedamos un siglo en el tiempo. El estallido de la I Guerra Mundial (1914-1919) propició para España un verdadero despegue económico, merced a su neutralidad. Mientras las naciones en conflicto reducían su producción de manera sustancial, tanto sus habitantes como sus ejércitos necesitaban productos tan básicos como alimentos, uniformes, armas, metal o carbón. De ahí que nuestro país, sin competencia en Europa, aprovechara la coyuntura.

La Rioja, granero de Europa

Por lo que respecta a La Rioja, firmas de conserva como Trevijano –que contaba con plantas en Albelda, Rincón de Soto y Santo Domingo de la Calzada, además de la capital– o Ulecia hicieron su ‘agosto’ durante un lustro que dejó más de nueve millones de combatientes muertos. También Calahorra concentraba numerosas fábricas: Francisco Moreno, Beaumont, Baroja, Díaz, Viuda de Cristóbal o Arenzana, sin olvida ‘La Riojana’ de Alfaro.

 

En las trincheras. y también en pueblos y ciudades de las naciones en guerra, se consumían botes riojanos rellenos de pimientos, guisantes, tomate, melocotón, membrillo, cerezas… aunque también los había de sopa, carne y pescado. El ‘boom’ fue tan fuerte que modificó la estructura social de la provincia: la industria absorbió mucha mano de obra del sector primario y, además, propició la incorporación masiva de la mujer en el mercado laboral.

 

 

 

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Certezas, curiosidades y leyendas del pasado, de la mano de Marcelino Izquierdo

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