El recibo de la luz va subir en cuanto las doce campanadas acaben de resonar, y lo vamos a pagar los de siempre. La incógnita reside en saber si será el 7, el 9 o el 14 por ciento. Se escuda el Gobierno, para extender su alfombra roja a tan impopular aumento de precios, en el déficit de tarifa que soportan las empresas eléctricas.
Rebuscando en la hemeroteca, hace más de un lustro –el 17 de mayo del 2008–, este mismo Crisol llevaba por título ‘El recibo de la luz’. Decía así: «Corría el año 1996 cuando el Gobierno de España –presidido por José María Aznar– planteó un plan de privatizaciones, atendiendo a las necesidades del proceso de integración europea y a la convergencia hacia una moneda común, que entraría finalmente en vigor en el 2002. Desde la implantación del dichoso euro, los precios han ido creciendo de forma exponencial hasta dejar esquilmados los bolsillos del sufrido ciudadano».
Recordaba también el artículo que con la disculpa de generar competencia –lo que, en teoría, estaba destinado a redundar en un abaratamiento de las tarifas–, la privatización de la energía eléctrica había sido subvencionada por el Estado con nada menos que 1,3 billones de las antiguas pesetas, cantidad que todos los usuarios financiamos a través del recibo de la luz, bajo el epígrafe de ‘costes de transición a la competencia’. Si alguien conserva alguno de aquellos resguardos, puede corroborarlo.
Y apostillaba ese mismo Crisol: «El Estado malvendió al sector privado las ‘joyas de la corona’, descapitalizó los activos de todos los españoles y propició que las grandes fortunas de toda una década antes engordaran aún más sus cuentas de beneficios».
Desde luego, hay que ver qué sorpresas guardan las hemerotecas.