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Marcelino Izquierdo

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Cien años de lamentación: un siglo del robo en Nájera del tríptico de Benson

J. SAINZ

Algunos males sí duran cien años. Esta semana se cumple un siglo del robo en Nájera del ‘Tríptico de la Lamentación’, valiosa obra del artista flamenco renacentista Ambrosius Benson, fechada en la primera mitad del siglo XVI y perteneciente a la parroquia de la Santa Cruz, de donde fue sustraída en la Nochebuena de 1913. Se cree que después de su expolio fue pasando por manos de distintos coleccionistas privados y marchantes de arte. En julio del 2008 fue subastada en Londres y adquirida por 1,46 millones euros, sin que las autoridades españolas lograsen impedirlo.

En la actualidad siguen siendo un misterio su paradero y su poseedor, pero no su dueño moral, que no es otro que el pueblo najerino y riojano. Su procedencia es indiscutible: fue donado a la parroquia de la Santa Cruz hacia 1675 por Francisco Marín de Rodezno; originariamente estuvo en el monasterio de Santa María La Real y, desde la desamortización de Mendizábal, en la iglesia de la que fue robado en 1913.

El ‘Tríptico de la Lamentación de Cristo, San Pedro, Santa Ana y la Tentación en el Jardín del Edén’, de Ambrosius Benson (Lombardía?, 1484-Brujas, 1550), conocido como el Maestro de Segovia, es una obra cumbre de la pintura flamenca del siglo XVI. La pieza es una tabla pintada al óleo, de 1,4 metros por un metro en el centro y dos alas batientes a los lados de medio metro de largo y la misma altura que el cuerpo.

La imagen pintada en el interior es la escena de la lamentación de la Virgen sobre Cristo descendido, mientras que en los laterales figuran los retratos de los dos donantes, amparados por san Pedro y santa Ana. Al cerrarse el tríptico, en el reverso de sus puertas, se ve la escena de la Tentación en el Jardín del Edén, pintada en grisalla al estilo de la época.

Después del celebrado retablo del Descendimiento de la catedral de Segovia, el de Nájera es uno de los trípticos monumentales de Ambrosius Benson más importantes que se conservan intactos y el único que queda en manos privadas. Existen otras Lamentaciones suyas en los museos de San Francisco y Nueva York. También el Museo del Prado posee una amplia muestra de la obra de Benson, que además está presente en los mejores museos europeos y en otras catedrales, como la de Burgos.

La Rioja tiene la fortuna de contar con otro espléndido tríptico suyo, una Asunción en la iglesia de Navarrete. La presencia de tantas obras de Benson en España se explica por el flujo comercial que se desarrolló entre Brujas y Segovia en los siglos XV y XVI, mayormente por la compraventa de lana y tejidos. También parece evidente que Benson creó abundantes pinturas expresamente para el mercado español.

De Nájera a Nueva York

La pieza de Nájera fue robada la madrugada del 25 de diciembre de 1913. Los ladrones provocaron un cortocircuito, forzaron la entrada del templo descolgaron el cuadro y huyeron en un automóvil. Constan paraderos posteriores en Nueva York (1950) y Lisboa (1954). La siguiente pista no se conoció hasta 1969, cuando un español descubrió la pintura en poder del anticuario parisino Darío Boccara. Un ciudadano americano y el Gobierno belga se interesaron por su compra, aunque éste último no logró el permiso del Gobierno de España, que también lo intentó. Tras varias negociaciones en las que intervino el descubridor de la pieza, terminó en poder del banquero portugués Ricardo Espíritu Santo y después en un coleccionista francés que la vendió al padre del penúltimo poseedor, el que lo vendió a través de Sotheby’s hace cinco años.

En aquella ocasión, los gobiernos de España y de La Rioja, no siendo legalmente capaces de detener la subasta del objeto de un robo que se consideraba prescrito tiempo atrás, acordaron pujar a medias y llegar hasta el millón de euros, pero se quedaron muy cortos. La infladísima especulación en el mercado del arte y los intereses creados en torno al precio volvieron a prevalecer por encima del verdadero valor histórico, artístico y sentimental de una pieza del patrimonio histórico artístico riojano. Los vecinos de Nájera sintieron que les robaban su Lamentación por segunda vez.

Hoy han de conformarse con una copia fotográfica en blanco y negro que cuelga en la sacristía, lejano recuerdo del original, pero muy claro recordatorio de lo que sucedió aquella Nochebuena hace cien años. No es, ni mucho menos, lo único que se ha perdido y expoliado del patrimonio riojano. Sirva este triste aniversario para reivindicar lo que nos falta y preservar con más apego lo que aún conservamos.

 

 

¿Quién pudo llevarse el tríptico de Benson? Sólo quien conocía su gran valor

MARCELINO IZQUIERDO

El frío invernal se extendía por las calles de la ciudad, refrescado todavía más por la humedad que emanaba del río Najerilla. Las familias habían cenado en sus casas, al amor de la lumbre, y alargado la sobremesa más que un día de costumbre. Así celebraba Nájera la Nochebuena del año 1913 ignorante de lo que estaba a punto de suceder.

Ya de madrugada, tras la misa del gallo, un grupo de paisanos deambulaba junto a la parroquia de la Santa Cruz, al tiempo que uno de esos nuevos automóviles, que sólo los terratenientes podían adquirir, había aparcado en la parte trasera del templo. Nada extraño.

De pronto, la luz eléctrica se desvaneció como por arte de magia, algo muy habitual en aquel tiempo en el que Edison y Tesla seguían perfeccionando sus inventos. Domicilios y calles quedaron a oscuras. ¿Qué habría ocurrido?

El que parecía ser el jefe de aquella gavilla de desconocidos –ocultas sus identidades tras sombreros y bufandas– había dado la orden a uno de sus adláteres de cortar el servicio de iluminación. Coser y cantar. Varias pedradas contra el circuito eléctrico, en el sitio adecuado, y objetivo cumplido.

 Con las tinieblas como cómplices, la banda accedió al templo najerino valiéndose de llaves duplicadas, y guiados por alguien que conocía muy bien el terreno. En su interior se hallaba el objeto del deseo: el valioso tríptico flamenco ‘La Lamentación’, pintado por Ambrosius Benson en la primera parte del siglo XVI, una pieza de museo que, cuando reapareció en el mercado de subastas, ya en el siglo XXI, fue vendida en Sotheby’s por 1,46 millones de euros.

Los ladrones descolgaron la obra de arte y la cogieron al menos entre cuatro, pues sus dimensiones no eran pequeñas y el peso superaba las doce arrobas o, lo que es lo mismo, más de 140 kilos. En absoluta oscuridad, los malhechores transportaron el cuadro rodeando la parroquia por la zona menos frecuentada hasta depositarlo en el coche, que esperaba cerca.

El vehículo partió veloz desde Nájera rumbo a Francia. La idea no era otra que cruzar la frontera antes de que el robo fuera descubierto al día siguiente o, incluso, que el telégrafo pudiera dar la alarma, arreglado ya el sabotaje eléctrico.

«Robo sacrílego y atrevido»

Nada más llegar a la iglesia, en la mañana del 25, día de Navidad, el párroco Anastasio Torrecilla, con el pulso aún alterado, escribió lo sucedido en el Libro de Crónicas: «En el día de la fecha de este escrito se ha consumado un sacrílego y atrevido robo en la parroquia de Santa Cruz de esta ciudad».

Y añadía, incluso, el padre Torrecilla, que el robo se había perpetrado «con la complicidad de algunos najerinos». ¿A quiénes se refería? Lo que parece evidente es que el saqueo no fue casual, sino un delito cometido con alevosía, premeditación, nocturnidad –oscuridad eléctrica incluida– y con más de un colaborador necesario y buen conocedor de la parroquia.

Tras la denuncia periodística de Diario LA RIOJA y –un mes después– de ABC, el historiador najerense Constantino Garrán se movilizó contra el expolio. Por entonces, con la I Guerra Mundial a punto de estallar, la sensibilidad patrimonial en España era casi nula.

Tiempo después saltó la sorpresa. La embajada española en Estados Unidos comunicó que la obra de Benson había sido localizada a ese lado del Atlántico, aunque para recuperarla era necesario hacer efectivo un rescate de 5.000 pesetas. Sin embargo, nada más se supo del chantaje, pese a que la parroquia estaba dispuesta a reunir el dinero y a que, décadas más tarde, varios eruditos locales trataron de seguir la pista a la tabla flamenca .

Durante mucho tiempo, rondó por la comarca una cancioncilla que vinculaba el robo de Nájera con la desaparición, una década antes, de los fondos que el Banco de España transportaba en el tren correo que descarriló en Torremontalbo (1903). Decía así: «Con lo del cuadro y lo del tren hay muchos que viven bien».

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Certezas, curiosidades y leyendas del pasado, de la mano de Marcelino Izquierdo

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