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Marcelino Izquierdo

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Arnedillo, balneario de salud y de ocio

De posible origen romano, las aguas de Arnedillo eran muy apreciadas en el siglo XVIII en la Corte de Madrid

“Constan estos baños de azufre, de salitre o nitro, y de vitriolo y así serán útiles para todas las enfermedades que aprovechan estos ingredientes”. De esta manera explicaba, en el año 1745, el doctor Félix Eguía, las propiedades de las aguas termales de Arnedillo, en su ‘Escrito abstracto de los mejores autores, de las virtudes, y para qué enfermedades son útiles, y de sus ingredientes, las aguas minerales de Trillo, del Molar, de Arnedillo, de Sacedón, y de Buendía, que son las que regularmente practican los cortesanos de esta Corte de Madrid, para libertarse de sus respectivas dolencias, y lo que deben executar antes, en el baño, y después de él’.

La tradición balnearia de esta localidad riojabajeña puede remontarse a la época romana, basándonos en ciertos vestigios hallados en la zona, si bien los primeros escritos sobre sus propiedades medicinales datan del año 1068. No sería hasta el siglo XIX cuando junto al famoso balneario se levantara un hotel que, tras diferentes lagunas históricas, todavía sigue funcionando a pleno rendimiento.

Durante el reinado de Fernando VII, en 1816, fue redactado el primer reglamento de aguas y baños minerales, dado el interés de la Administración por el control de la sanidad. Fue por aquel entonces cuando los balnearios, además de como centros terapéuticos, también adquirieron fama lúdica y cultural para los más privilegiados.

En 1847, el calagurritano Florencio Martínez de Pinillos –que había adquirido gran experiencia en las aguas termales de Cestona (Guipúzcoa)– compró al Gobierno el balneario de Arnedillo, mejorando sus instalaciones y levantando un hotel.

Las aguas termales de Arnedillo nacen gracias a la existencia de una falla geológica, que hace descender la caliza del jurásico a más de dos kilómetros de profundidad. Abajo, la temperatura alcanza los 100 grados, por lo que el agua de lluvia de Cameros eleva su temperatura y suben a la superficie a través de la citada falla conservando los 40 grados centígrados.

En la fotografía publicada por la Imprenta Hauser y Menet –una de las más prolíficas de la época a nivel nacional–, vemos cómo el vecindario de Arnedillo contempla uno de esos primeros vehículos a motor que, a buen seguro, acababa de trasladar hasta el balneario a alguna familia pudiente. Era mediados de los años 10 y la I Guerra Mundial estaba permitiendo el despegue industrial de La Rioja, gracias sobre todo a las conservas. Incluso el balneario abrió sus servicios a los militares que combatían en África para curar así sus heridas y dolencias.

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Certezas, curiosidades y leyendas del pasado, de la mano de Marcelino Izquierdo

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