Hace 60 años, el 27 de julio de 1954, la villa ‘pochanquera’ reinauguró su frontón
Tal día como hoy de hace sesenta años, con motivo de las fiestas patronales en honor a San Pantaleón, Huércanos reinauguró su frontón municipal con un partido de pelota por todo lo alto, al mejor de 26 tantos. Los pochanqueros Ruperto y José Nájera se enfrentaban a ‘Los Rubios’, de Uruñuela, y, aunque la afición había depositado su confianza en los locales, los forasteros se llevaron el duelo por 26 a 20.
Y es que Huércanos siempre ha gozado de una gran afición pelotazale y de jugadores de relieve; desde Emilio Bezares, a medio camino entre los siglos XIX y XX, hasta, décadas más tarde, el mentado Ruperto, Iruzubieta, Gorostiza o Santi, entre otros muchos.
Es creencia popular que la villa de Huércanos disfruta de frontón desde hace varios siglos, si bien las primeras pruebas documentales datan del Catastro del riojano marqués de la Ensenada (1753), en el que consta una propiedad municipal denominada ‘frontón’, y que se encontraría donde los más ancianos del lugar recuerdan como el ‘juego de pelota’, según ha investigado Floren García Merino, experto conocedor de la historia y el folklore de su pueblo.
Mucha es la documentación que atestigua, a lo largo de los siglo XIX y XX, cómo la administración de la cancha era sacada. Una de esas actas corresponde al acuerdo municipal, con fecha de 27 de agosto de 1893, que ordenaba la subasta del arreglo del frontón, cediendo por un lustro la instalación y de forma gratuita por cinco años a aquella persona que dejara terminada la obra y garantizara un buen surtido de pelotas para los jugadores. No obstante, el Ayuntamiento de Huércanos exigía, en una peculiar cláusula, que el rematante no podía cobrar más de cinco céntimos de peseta por entrada en los partidos a 24 tantos.
Hacia 1950, el frontón municipal tuvo que acondicionarse a los nuevos tiempos y a los nuevos reglamentos. El 10 de agosto de 1950, el arquitecto Fernández Ruiz-Clavijo afrontó la reforma y ampliación de la cancha, cuyas obras comenzarían tiempo después, como puede verse en la imagen.
El frontis fue elevado dos metros más, la pared lateral se levantó enteramente de ladrillo, la cancha pasó a medir 28 metros de largo y 10 de ancho –con una superficie total de 280 metros cuadrados–, al tiempo que se acondicionaron cuatro gradas con un aforo para 100 aficionados. El presupuesto de las obras rondó los 20 millones de pesetas, que era una pasta.
La pelota regresó al remodelado frontón el 27 de julio de 1954, con el partido ya citado.