MARCELINO IZQUIERDO y VÍCTOR SOTO
Tres obras de teatro y varios grabados recuerdan la gesta del tamborilero Matreau en la toma de Logroño de 1823
Tras los pactos alcanzados por la Santa Alianza, el ejército francés, bajo el nombre de los Cien Mil Hijos de San Luis, invadió España en abril de 1823 para defender el modelo absolutista por el que abogaba el rey Fernando VII. El Trienio Liberal había llegado a su fin de manera abrupta y por la fuerza de las armas. El rápido triunfo de las tropas comandadas por el duque de Angulema fue objeto en Francia de una enorme exaltación, más en un país que todavía se estaba recuperando de la caída y posterior muerte de Napoleón Bonaparte, y al que aún escocía la derrota infligida por los españoles durante la Guerra de la Independencia.
En este contexto de euforia, se publicó en el país vecino un buen número de creaciones literarias –la mayoría piezas dramáticas y poemas–, que ensalzaban el valor de los militares galos. Al menos tres de estas obras de teatro publicadas en París se hicieron eco de la gesta protagonizada por el joven Matreau, un tambor de tan sólo 14 años que fue pieza clave en la toma de la capital riojana. Los títulos de estas obras son ‘L’arc de triomphe’ (1823), de MM. Carmouche y Emile Vander-Burch; ‘Le Pont de Logrono ou le Petit tambour, suivi de la Prise du Trocadéro’ (1824), escrita por Jean-Guillaume-Antoine Cuvelier de Trie y Henri Franconi; ‘Le Tambour de Logrono ou jeunesse et valeur’ (1824), de Pierre-Adolphe Capelle y Paul-Auguste Gombault.
Según la historiografía gala, la toma de la plaza logroñesa tuvo gran valor estratégico en la victoria relámpago de los Cien Mil Hijos de San Luis, orlada, además, por un hecho heroico de un joven soldado.
La toma de la ciudad
La capital riojana estaba defendida por 700 hombres a pie y 200 jinetes, acantonados tras muralla. Cómo las tropas francesas no podían vadear el Ebro de forma masiva –pues hubieran sido aniquiladas por el fuego enemigo–, el mando envió a los ‘voltigeurs’ (saltadores), que se hicieron dueños del puente y lograron abrir la primera de las puertas que defendía el castillo –situado al principio del actual Puente de Piedra–. Sin embargo, la segunda puerta seguía cerrada a cal y canto.
Fue entonces cuando un tambor tan de apenas 14 años, llamado Matreau, consiguió abrir el último portón desafiando los disparos de los logroñeses. Sin dejar de redoblar con sus baquetas, Matreau señaló el camino a sus compañeros que, no sin esfuerzo, tomaron la plaza.
La hazaña de Matreau quedó inmortalizada, no sólo en el teatro sino, también, a través de numerosos grabados, litografías y dibujos –en blanco y negro y en color–, la mayoría idealizando el castillo y el puente de Logroño. Incluso, alguno de estos dibujos sirvió de decoración en platos, jarrones y vajillas enteras de la época.
El drama teatral ‘Le Pont de Logrono ou le Petit tambour, suivi de la Prise du Trocadéro’ se inspiró en dos hechos reales –la toma de Logroño y la llegada de las tropas de Angulema al Trocadero de Cádiz–, todo ello aderezado con la amistad entre un francés y un español que se conocían desde la Guerra de la Independencia, el amor, la traición o las acciones militares.
Por lo que respecta a ‘Le Tambour de Logrono’, narra de una manera muy sencilla el regreso a casa de un soldado galo y el recibimiento triunfal que se le dispensa después de conocerse en Francia su acto de valor en la capital riojana. Antes de que el texto fuera impreso, la obra había sido representada ante la familia real, en el palacio de la duquesa de Berri, el 30 de diciembre de 1823.
Un culebrón con final feliz a la sombra del Arco del Triunfo
‘El Arco del Triunfo’ es uno de esos cuadros teatrales de fondo romántico y musical tan del gusto de la época. La escena comienza en los Campos Elíseos, a la sombra del Arco, que se prepara para recibir a la armada triunfante. Deschamps, un burgués parisino, decide casar a su hija Denise con Lagrenade, un veterano granadero que ha salvado la vida en España gracias a la intervención de un tambor del Ejército. Denise, por su parte, aspira a desposarse con Charlot, a punto de llegar con la tropa vencedora.
Charlot se encuentra con su amada, que le comunica que no podrá casarse por exigencia de su padre. El joven entra en cólera y decide batirse con Lagrenade. Como era previsible, en el momento del duelo, ambos se reconocen: Charlot Matreau es el joven salvador de Lagrenade. Éste último renuncia a la boda, pero el padre de Denise sigue empeñado en negarle la mano de Denise, hasta que aparece el coronel Saint Ernest para ponderar las hazañas del tambor: «Sí, amigos, éste es Charles Matreau, que se distinguió durante toda la campaña y que se cubrió de gloria en Logroño». Y pronto se lanza a una canción con versos como «sobre nosotros, desde lo alto de la fortaleza,/ cien cañones vomitaban muerte./ Los jefes prudentes reprimen el valor./ Solo, batiendo su tambor,/ Matreau avanza gritando ‘adelante’», hasta que logra «sobre la muralla, mostrarse sin miedo». Tras ponderar el valor del pequeño, el coronel le trasmite la buena nueva: el príncipe le ha nombrado caballero de la Legión de Honor. Con el título, el corazón del padre de Denise se ablanda y el culebrón acaba teniendo un final feliz.