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Marcelino Izquierdo

Historias Riojanas

Centro de la Cultura del Rioja, apertura a la carrera

 

Al Ayuntamiento de Logroño le han entrado las prisas por abrir el Centro de la Cultura del Rioja (CCR) después de mantenerlo infrautilizado durante casi cuatro años. Y lo ha hecho así, de pronto, como si fueran a celebrarse elecciones a la vuelta de la esquina o algo parecido. El concejal portavoz del equipo de Gobierno municipal –y no la alcaldesa- informó de la adjudicación a la UTE riojana Riojawine Internacional Center, constituida por las firmas OSGA y Sapje, de la gestión del CCR.

El Centro abrirá sus puertas después de Semana Santa con la puesta en marcha de una enoteca, un vino-bar, una oficina de turismo y atención al peregrino y una exposición temporal. Ya, en la segunda semana de mayo, la oferta se completará con la exposición permanente que estará lista en ¡cuarenta días!

Pero… echemos la vista atrás.

Cuando el equipo de gobierno encabezado por la alcaldesa Cuca Gamarra arrancó la legislatura, allá por la primavera del 2011, el CCR estaba casi a punto de caramelo. El arquitecto Jesús Marino Pascual, que ese mismo año fue distinguido con el Galardón de las Artes de La Rioja, había rehabilitado -con muy buen gusto, por cierto- la Casa de la Virgen a fin de que se convirtiera en una especie de museo histórico del vino que la ciudad llevaba décadas pidiendo a gritos. En su interior, lagares, calados, prensas y otros elementos que datan desde el siglo XVI se prestaban como modelos originales e idóneos para mostrar cómo era la cultura del Rioja desde la antigüedad hasta el momento actual. Sin duda, un marco único y una ocasión única para dar impulso al Casco Antiguo y atraer a los amantes de la enología y su mundo que, por suerte, cada vez son más, así como del arte y la cultura en general.

En una jornada de puertas abiertas por la zona más vetusta de la capital, celebrada el 26 de marzo del mentado 2011, miles de logroñeses y de viajeros pudieron contemplar y recorrer el interior del Centro de la Cultura del Rioja e, incluso, visitar la mal llamada Casa Museo o Casa de la Inquisición, en realidad casa del inquisidor Mateo de las Nuevas. El propio arquitecto Marino Pascual apuntaba entonces que en verano la obra del CCR estaría finalizada.

 

 

Pareciera que, por fin, la ciudad podría lucir, a lo más tardar antes del 2012, con un marco expositivo digno y, sin duda, dinamizador del Casco Antiguo, teniendo en cuenta, además, que por aquellas fechas aún permanecía cerrado a cal el canto el Museo de La Rioja. Tiempo habrá más adelante para analizar lo que denomino ‘Los horrores de la plaza de San Agustín’.

Sin embargo, la Junta de Gobierno Local del Ayuntamiento capitalino, celebrada el 13 de julio –sólo un mes después de que el PP llegara al poder municipal-, guardaba una desagradable sorpresa: el Consistorio paralizaba las obras de construcción del CCR, una suspensión  transitoria «de entre dos o tres meses» -apuntaba entonces la concejal Mar San Martín-, para poder avanzar en la elaboración del proyecto museográfico.

Nada más se supo hasta casi un año más tarde. Así, el 19 de mayo del 2012, la propia alcaldesa anunciaba que el Centro de la Cultura del Rioja albergaría actividades periódicas, como las incluidas dentro de la programación de la Capitalidad Española de la Gastronomía, hasta que pudiera ser acondicionado como museo del vino.

Transcurrieron los meses, incluso los años, sin que el CCR cumpliera las expectativas para las que fue creado, a excepción de actos puntuales como algún concierto de Actual o jornadas temáticas de Pascuas a Ramos. En resumen, un edificio singular, organizado estructuralmente para albergar una exposición sobre el vino de Rioja y otros servicios, que hubiera multiplicado de manera exponencial la oferta turística y cultural de Logroño y dinamizado la maltrecha economía del barrio, teniendo en cuenta que por aquel entonces estábamos inmersos en lo más crudo de la cruda crisis, permanecía muerto de risa.

Ciertos malpensados llegaron a afirmar -sin ningún rubor, por cierto- que si el Ayuntamiento había desaprovechado tanto el CCR como la casa del inquisidor, escudándose tanto en la necesidad de concretar un plan museográfico como en la falta de presupuesto, no era sino con la intención de ocultar dos proyectos ejecutados por el equipo de gobierno anterior. Aunque, a mi entender, esta teoría no se sostiene: nadie es tan torpe ni tan retorcido como para tirar piedras contra el tejado de los logroñeses. ¿O sí?

Pero volvamos a los hechos ciertos y olvidémonos de las maledicencias.

El 21 de mayo del 2014, la concejal de Comercio, Cultura y Turismo, Pilar Montes, anunciaba el resultado del concurso de ideas para la gestión del Centro de la Cultura del Rioja, convocado por el Consistorio. ¡Nada menos que tres años después de la llegada del Partido Popular al gobierno municipal! ‘Expociencia’, la firma ganadora, denominó su propuesta con el sugestivo título de ‘In Rioja veritas’, en la que defendía la instalación de un museo del vino -¡oh novedad!- en la planta baja, sótano, entreplanta y primera planta del CCR, con exposiciones permanentes y temporales.

‘In Rioja veritas’ estructuraba su plan en tres grandes bloques temáticos: arqueología e historia; antropología y etnografía y, por último, ciencias del vino. Apuntaba también ‘Expociencia’ la conversión del patio polivalente en una sala de usos múltiples para diferentes eventos -como ya estaba, vamos-, así como la posibilidad de instalar una agencia de viajes, un vinobar, una enotienda y una escuela de posgrado y máster sobre enología y gastronomía.

Para este viaje no eran menester tan enormes alforjas, sobre todo si tenemos en cuenta que junto a la rehabilitada Casa de la Virgen, el arquitecto Jesús Marino Pascual también entregó en el año 2011 al Ayuntamiento una voluminosa memoria de cientos de páginas en las que explicaba los porqués de cada uno de los detalles del edificio, que él mismo concibió como centro temático o museo. La experiencia de Marino en otros proyectos singulares vinculados al mundo de la cultura y el vino, como el Museo Vivanco, Bodegas Darien o Bodegas Antion, le avalaban. O sea, que la excusa del dilapidar tres años en la confección de un plan museográfico se antoja una falacia o, al menos, excusas de mal pagador.

 

 

De esta forma, nos encontramos a tres semanas de que el Centro de la Cultura del Rioja abra sus puertas de manera parcial y a 40 días para que lo haga al completo, por supuesto con anterioridad a que se celebren las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo.

Los logroñeses, expertos o no en la materia, se preguntarán: ¿Cómo es posible que el Ayuntamiento haya demorado cuatro años la apertura del CCR cuando una UTE no especializada en museografía puede ponerlo en marcha en tan sólo 40 días y 40 noches?

Otra cosa es el resultado final que depare el Centro, el discurso expositivo, los contenidos, el diseño, la escenografía… porque lo importante del Centro de la Cultura del Rioja debe ser el museo del vino, puesto que enotecas, vino-bares, agencias de viaje y oficina de turismo son servicios que la ciudad ya oferta desde hace muchos años.

El resultado final está a la vuelta de la esquina, antes de que toque introducir la papeleta en la urna.

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Certezas, curiosidades y leyendas del pasado, de la mano de Marcelino Izquierdo

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