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Marcelino Izquierdo

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Las huellas que impactaron a Escrivá de Balaguer en Logroño

 

La sala de exposiciones del Ayuntamiento de Logroño acoge hasta el 31 de octubre una exposición que evoca la estancia en Logroño de Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, justo cuando se cumplen cien años de su llegada a la ciudad, donde residió durante una década, estudió en su Instituto e ingresó en el Seminario, que entonces estaba ubicado en pleno Espolón.

Elevado a los altares por el Papa Juan Pablo II , diseminada su Obra por el mundo entero y difundida su biografía a nivel mundial a través de la película ‘Encontrarás dragones’, de Roland Joffé, Escrivá de Balaguer comenzó en la capital riojana su carrera eclesiástica. Y lo hizo a raíz de una «señal divina» que iluminó su camino. En su libro ‘El muro y la noria. Los carmelitas descalzos en Logroño’, el cronista riojano Felipe Abad León abunda sobre lo que le aconteció al niño José María en la calle Mayor.

El invierno de 1917-1918 fue muy frío. Los termómetros llegaron hasta los 17 grados bajo cero durante varias semanas y la ciudad quedó paralizada. Una de esas madrugadas, con apenas 16 años, Escrivá observó unas huellas sobre la nieve: las pisadas de un carmelita que caminaba descalzo. Al verlas, José María experimentó una profunda inquietud religiosa y un fuerte deseo de entrega. Otros hacían tantos sacrificios por Dios, ¿y él -se preguntó- no era capaz de ofrecer nada? El carmelita era el padre José Miguel de la Virgen del Carmen -Mariano Domínguez Alonso en su partida de nacimiento-, que se convertiría en su director espiritual, y al que guardaría gran cariño hasta su prematuro fallecimiento en 1942.

La importancia que Escrivá otorgó a la señal divina que le condujo al camino de Dios es evidente, según sus biógrafos y sus propias obras. Así lo remarca el filme de Joffé. Una placa colocada en la logroñesa calle Mayor narra la experiencia y la sitúa entre diciembre de 1917 y enero de 1918. Indagando, indagando, Abad León aventura la escena en el 29 de diciembre y las huellas del padre José Miguel en el recorrido entre el convento (junto al Espolón) y la calle Barriocepo, donde habría ido a visitar a una anciana -Bonifacia Zuazo-, que murió días después.

Abundando en la investigación de Felipe Abad, quizá hay que situar la fecha del episodio de las huellas del padre José Miguel entre el 8 y el 12 de enero. Es evidente que en la casa de los Escrivá -en la calle calle Sagasta- se hablaba a diario de lo que ocurría en la capital y de la caridad necesaria para combatir la miseria. Esto, sin duda, fue calando en la conciencia del muchacho, que vio en las pisadas descalzas del carmelita la señal de Dios. Si a esto unimos la muerte -el día 11- de un ayudante de Montes de 45 años, domiciliado en la calle Once de Junio y hermano de una religiosa carmelita (sor Eugenia), ¿no podría ser ésta la causa que llevó al padre José Miguel a caminar descalzo hasta el final de la calle Mayor para darle la extramaunción?

Lo que los biógrafos del fundador del Opus Dei eluden, por lo general, es que el temporal de frío y nieve que provocó decenas de muertes también desencadenó la solidaridad de toda la provincia en ayuda de los más desfavorecidos. La sociedad se movilizó, sobre todo a partir del 1 de enero de 1918, con donativos que se encauzaban a través de Ayuntamiento, Círculo Logroñés, Gran Casino, Cocina Económica o el periódico LA RIOJA.

Entre aquellas gentes desprendidas estaba la familia Garrigosa, propietaria de ‘La ciudad de Londres’, comercio textil del que el padre de san Josemaría era dependiente, y hasta los propios empleados de la tienda aportaron 38 pesetas a la colecta días después. A buen seguro que en casa de los Escrivá la tragedia que estaba ocurriendo en la ciudad a causa del frío era el centro de la conversación, así como los donativos que, a diario, los vecinos aportaban según sus posibilidades, lo que sin duda influyó en el niño José María, provocó la pregunta: “¿Y yo no soy capaz de ofrecer nada?” y desencadenó su determinación por abrazar la vida religiosa.

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Certezas, curiosidades y leyendas del pasado, de la mano de Marcelino Izquierdo

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