Después de tres meses de marasmo y astracanada, acaba de sufrir Cataluña la inocentada del 28 de diciembre con un día de adelanto. Lo que iba a convertirse en una jornada supermegahistórica, en relación al denominado procés constituent que persigue la desconexión de España, se ha transformado en la segunda parte de La vida de Brian.

¿Se acuerdan ustedes de la desternillante película de los Monty Python? Hay una escena, que se desarrolla en el circo romano, en la que los miembros del Frente Popular de Judea celebran una asamblea sobre su lucha contra el Imperio de los césares. “Vamos a votar a ver si votamos”, es el primer escollo democrático, cuyo esperpéntico desenlace culmina con un caótico crucigrama de siglas e improperios: “Ese es de la Unión Popular de Judea. ¡Disidente!”.

La Candidatura d’Unitat Popular, conocida simplemente como CUP, votó ayer, de manera asamblearia si, finalmente, sus bases apoyaban o no la candidatura como president de la Generalitat de un angustiado Artur Mas. Tras el bochornoso referéndum celebrado en el 2014 y las fallidas elecciones plebiscitarias del 27S, donde los separatistas no alcanzaron ni la mitad de los votos en liza, viene mendigando Mas desesperadamente el respaldo de una mayoría que lo mantenga en el poder, aunque para ello tenga que entregar su alma al diablo.

El panorama dentro de la CUP no se presentaba sencillo, pues algunos de sus militantes -cada vez menos, a lo que parece- son reacios a apoyar al president en funciones, adalid de los recortes en sanidad, educación y servicios sociales, mientras otros abogan por hacer tabla rasa en aras del manido procés. Ya saben, cuando Catalunya sea un Estado independiente los ríos manarán cava, empleo habrá a raudales y la corrupción se convertirá en un mal sueño.

En esas cuitas continuarán hasta el 2 de enero del 2016 las bases de la Candidatura d’Unitat Popular, así llamada en homenaje a la alianza chilena de izquierdas de Salvador Allende, sin querer plantearse siquiera el contrasentido, paradoja o como lo quieran llamar, de definirse, al mismo tiempo, de izquierdas e independentistas.

Seguro que el asesinado presidente Allende estará removiéndose en su tumba al ver cómo unos tipos manosean su legado social olvidándose de la igualdad, la libertad y la solidaridad a cambio del odio, la demagogia y la fiebre nacionalista, enfermedad de origen burgués donde las haya.

Y, para colmo, ahora empate técnico en la asamblea multitudinaria: 1.515 votos a favor de investir a Mas y 1.515, en contra. Ni el Tricicle ni Rafael Azcona ni los propios Monty Python hubieran guionado mayor dislate.

Como coloquialmente dicen los catalanes, que se lo hagan mirar.