Las redes sociales funcionan como la barra de un bar en la que se entremezclan distintos debates y puntos de vista. El volumen de las conversaciones suele ser más bien alto, primero por el ruido ambiental de la música, el televisor o el cuchicheo generalizado y, segundo, por el efecto que paulatinamente provoca el alcohol. Estas mismas causas estimulan también la desinhibición del contertulio, que le anima a radicalizar sus posturas, emplear un léxico, digamos, más mundano y a levantar la voz más de lo conveniente.
Lo mismo ocurre en Twitter, por ejemplo, donde la brevedad del mensaje, la inmediatez y, en cierta forma, la sensación de anonimato empujan al internauta a escribir lo primero que se le ocurre, sin reflexión alguna, y de forma normalmente poco acertada. Con motivo del décimo segundo aniversario de los atentados yihadistas de Madrid, bajo el hashtag #11M se apilaban frases muy curiosas. Pedro J. Ramírez, director del digital ‘El Español’, amanecía con el siguiente mensaje: «Bdías. (El mejor homenaje a las víctimas es buscar la verdad) 11-M: trauma y asignatura pendiente».
El tuit del periodista riojano estaba emparedado por sendos mensajes del catedrático, –también riojano– Fernando Reinares: «El #11M se decidió en Karachi, se ratificó en Estambul, se fijó en Bruselas y se preparó en Madrid», afirmaba arriba el autor del libro ‘Matadlos’ y, continuar debajo: «Los atentados del #11M tuvieron un autor intelectual o instigador. Era marroquí. Se llamaba Amer Azizi».
Ya tiene Pedro J. su respuesta y con aval científico. Pero es que, dos tuits más adelante, un tal @diostuitero echaba sal en la herida: «No olvidemos nunca a las víctimas ni a los que mintieron y se lucraron vendiendo conspiraciones #11M». Y es que, tarde o temprano, el tiempo coloca a cada uno en su sitio.