«El mejor profeta del futuro es el pasado» (Lord Byron)
Hace justo un año, vaticinaba en este mismo ‘Crisol’ y en el blog ‘Historias Riojanas’ el futuro incierto del Centro de la Cultura del Rioja (CCR) nada más abrir sus puertas: «(…) deprisa y corriendo, el CCR se ha querido poner en marcha al calor de las urnas a través de un proyecto errático, cortoplacista y de consumo interno o, lo que es lo mismo, de autopropaganda».
¡Cuánto me fastidia haber sido profeta… y en mi tierra!
Pese a que el Ayuntamiento de Logroño acaba de anunciar el cierre y la suspensión temporal del contrato del Centro de la Cultura del Rioja, con la excusa de reparar las goteras de la cubierta y otras deficiencias añadidas, se antoja evidente que esta medida –que llega en lo más álgido de la temporada turística– no responde, ni de lejos, a las causas apuntadas. De hecho, la reapertura es una quimera sin fecha ni intención. Las goteras y otros desperfectos de la cubierta son anteriores a la apertura del Centro, de lo que puedo dar fe.
Lo que Logroño necesita, y desde hace muchos años, es un museo de calidad y no una suerte de vídeos superfluos e instalaciones minimalistas. Lo de la cafetería, el winebar, la sala de cata, la tienda de vinos o el escenario de música y teatro con copa incluida lleva años ofertándose a través de la iniciativa privada.
El problema no radica en si la UTE (formada por Osga y Sapje) que gestiona el CCR incumple o no el pliego de condiciones redactado por el Consistorio; el problema, en sí, es el propio pliego de condiciones, que no apostó por un centro de titularidad pública, que contribuya a dinamizar el Casco Antiguo y que amalgame los vínculos de la capital con la enología y su cultura.