“Tanto el capitalismo como el nacionalismo son frutos de la obsesión por el poder, el éxito y la posición social”. Aldous Huxley
Hola, Rufián. Aunque nadie nos ha presentado, me atrevo a tratarte de tú. No es mi estilo, pero conocido tu descaro y altanería, nada de andarnos por las ramas. Reconócelo: te excita pontificar desde la tribuna del Congreso, con cara de niño que nunca ha roto un plato, leyendo desmañados monólogos que no pasarían el corte en ‘El Club de la Comedia’, y te pone aún más cuando tus ocurrencias incendian los escaños de los que consideras enemigos de tu patria. Esgrimes un discurso tan infantil y maniqueo que, si se analiza con sosiego, uno no sabe si reír o llorar o las dos cosas a la vez.
Mira, Rufián. Puedes ser nacionalista o independentista. ¡Faltaría más! Eso sí, aplícate lo que escribió George Orwell: “El nacionalismo es hambre de poder atemperada por el autoengaño”. Y recuerda que Orwell combatió el fascismo en la Guerra Civil y se jugó la vida contra Franco, el mismo dictador que trivializas sin ambages cuando comparas su régimen con la actual democracia. ¡Cómo me hubiera gustado verte, con tu cachaza y arrogancia, corriendo delante de los ‘grises’ en las Ramblas!
Descalificas, Rufián, a unos y a otros (con razón o sin ella), desenfundando tu revólver de rústico perdonavidas sin importarte la incoherencia de tu discurso. Recuerda que tú y tu grupo sustentáis en el poder a la burguesía catalana, la misma que lleva décadas ejerciendo las mismas políticas neoliberales que la derecha española (francesa, alemana, británica…), la misma que está podrida hasta el tuétano de corrupción.
Y tenlo claro, Rufián: izquierda (esquerra) y nacionalismo son términos tan in-com-pa-ti-bles, antónimo, como frío y caliente, luz y oscuridad, paz y guerra, inteligencia y torpeza.