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Marcelino Izquierdo

Historias Riojanas

El puente de Alejandro Ganzábal

 

Fue Alejandro Ganzábal algo más que un notable cantero, que alcanzó los honores de ingeniero por méritos y sabiduría. Íntimo amigo de Práxedes Mateo Sagasta y de Amós Salvador Rodrigáñez, este riojano de adopción –nacido en Yurreta (Vizcaya)– llegó a Logroño con motivo de la construcción de la línea férrea Tudela-Bilbao. Con posterioridad dirigiría Ganzábal obras tan importantes como el Hospital Provincial, el ‘nuevo’ puente de Piedra, bodegas Marqués de Riscal en Elciego, la carretera de Peñacerrada o, incluso, su propio panteón y el del doctor Zubía (ambos, por cierto, al borde de la ruina).

Con motivo de su fallecimiento, publicó Diario LA RIOJA el 30 de octubre de 1906 un obituario plagado de anécdotas protagonizadas por Ganzábal: «Cuando Logroño se hallaba en peligro de poder ser objeto de un audaz golpe de mano de los carlistas en la última guerra civil (1872-1876), encomendó la Junta de defensa al señor Ganzábal la construcción de murallas provisionales, y éste lo hizo con tal acierto en el brevísimo plazo de tres meses, que mereció justas alabanzas de las autoridades militares».

Precisamente, en la xilografía publicada por el rotativo británico ‘The Graphic’ (Londres, 1875) –el mundo entero estaba muy interesado en el desarrollo de la III Guerra Carlista–, puede observarse la imagen del puente de Piedra, reforzado defensivamente por Ganzábal con una garita de vigilancia, portón de acceso y piezas de artillería sobre una improvisada muralla.

Varios años después de aposentarse en la capital de La Rioja, había levantado Alejandro Ganzábal un imponente caserón de sillares –que para algo era cantero–, a escasos metros al norte del citado puente, en el que residir junto a su familia. Durante décadas y décadas, el edificio fue conocido como el Parador del Norte.

 

 

El Parador del Norte

Aquel Parador del Norte –que ya es polvorienta historia– puede contemplarse en todo su esplendor, al fondo, en la fotografía de finales del siglo XIX que esta Retina de la Memoria rescata del Archivo Jerónimo Jiménez. Se trata del puente de Piedra, atestado de logroñeses que acompañaban los restos mortales de Baldomero Espartero y su esposa María Jacinta (duquesa de la Victoria). Tras permanecer varios años inhumados en el cementerio municipal, ambos cuerpos fueron trasladados en coches de caballos hasta Santa María de la Redonda para ocupar el panteón que todavía hoy se visita en el ala izquierda en la concatedral. Era el 30 de agosto de 1889.

Pero centrémonos en el paisaje de la instantánea. La explanada que se encuentra en primer término corresponde a la rotonda hoy existente frente al Hospital Provincial y sobre la que, hasta bien entrado el siglo XIX, aún se erguía el castillo medieval que custodiaba el puente y el acceso norte de la ciudad. Una pequeña barrera, posiblemente una empalizada compuesta por maderos, protegía las laderas hacia el cauce del Ebro.

Al fondo, cruzando el río, los dos fielatos –que, por suerte, todavía no han sido víctimas de la piqueta–, donde pagaban sus tributos las personas que querían acceder a la capital. Mucho se ha especulado sobre la fecha de construcción de las casetas –que el Consistorio databa hace años en los albores del siglo XX–, aunque estas dos imágenes remontan su origen a antes de 1875.

Y justo detrás de los fielatos, como un gigante solitario, se yergue la majestuosa casa de Ganzábal, el Parador del Norte, con tejado a cuatro aguas, que sin duelo fue derruido el pasado verano.

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Certezas, curiosidades y leyendas del pasado, de la mano de Marcelino Izquierdo

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