«La ciencia española está moribunda». Mariano Barbacid
Días antes de que el Rey Felipe VI inaugurara ayer en La Grajera la sede del Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino, la Universidad de La Rioja denunciaba que 43 jóvenes investigadores predoctorales habían visto mermadas sus condiciones laborales por mandato de los Ministerios de Empleo y de Educación.
Sin previo aviso, el Gobierno central modificó la vinculación laboral de 10.000 doctorandos en toda España, cuyos contratos pasaban de ser de obra y servicio a contratos en prácticas. Si ya eran precarias las condiciones de estos investigadores, la nueva orden del Ejecutivo iba a suponer que concluyeran su relación con la UR, no pudieran acogerse a otro contrato en prácticas con la empresa privada, principal vía de acceso al mercado de trabajo.
Tras la polvareda mediática suscitada, el Consejo de Ministros rectificó ayer mismo la medida, muy a regañadientes, si bien los expertos en materia laboral todavía no las tienen todas consigo. Esta semana, sin ir más lejos, con motivo del Día Mundial de las Enfermedades Raras, el Parlamento de La Rioja apostaba, a bombo y platillo, por «impulsar la investigación». ¿En qué quedamos?
Hablando en plata, nuestros mandatarios proclaman lo que no hacen y hacen lo que no proclaman. ¿Esquizofrenia o posverdad? Personalmente, me inclino más por la posverdad como mal endémico de la clase política, que maneja sin ambages esta mentira emotiva para modelar a su antojo a la opinión pública. Por desgracia, vivimos un tiempo en el que los hechos objetivos no son ni la mitad de importantes ni de veraces para la sociedad que las emociones («instintos básicos») y las creencias personales.
Y es que posverdad no es sino un eufemismo neológico de falsedad, estafa, mentira, falacia, engaño…