El 26 de agosto del 2014 el Grand Hotel cumple un siglo de vida, que no es poco. Y, sin embargo, sigue ahí, anclado al Espolón, como un espejo en el que recordar tiempos pasados, mejores y peores. Durante décadas, el tercer palacete de Vara de Rey fue centro social, cultural, recreativo, comercial de la ciudad, aunque siempre conservando el ‘glamour’ de la ‘Belle Epoque’. Ahora, una década después del cierre al público de la hamburguesería ‘McDonalds’, el negocio de la restauración llama de nuevo a sus puertas.
El 26 de agosto de 1914, un mes más tarde de que la I Guerra Mundial le estallara en las manos a la vieja Europa, el establecimiento era inaugurado como Grand Hotel. Grand con ‘d’, que dos décadas después ya se encargaría la dictadura franquista de ‘españolizar’ el nombre.
Nada más abrir sus puertas, el Gran Hotel se convirtió en el corazón de la Belle Epoque logroñesa. En sus suites y habitaciones dormían las figuras del toreo, las primeras vedettes de las compañías más afamadas y los actores que actuaban en el teatro Bretón, y así ocurrió hasta las últimas décadas del siglo XX.
Mitomanía y farándula
Alrededor de este mundo de mitomanía, fetichismo y farándula se movían curiosos de todo pelo, desde mozalbetes en busca de un autógrafo, hasta admiradores del Arte de Cúchares y de las varietés o viejos verdes que sólo quería alegrar el ojo con las chicas top del momento. Igualmente, en la esquina de Vara de Rey y la calle Zurbano (hoy Clavo Sotelo) pululaban taurófilos irredentos, reventas, maletillas, reventas.
Gracias a un impagable publirreportaje –por lo histórico, me refiero–, publicado por la revista Blanco y Negro en 1933, sabemos que en plena República no le iban mal las cosas al propietario del Grand Hotel, Alberto Fernández de Trocóniz, también dueño del establecimiento de igual nombre en la ciudad de Salamanca.
sí decía el artículo: «Don Alberto Fernández de Trocóniz (…) gran maestro de la elegancia y del buen tono es hombre que ha gustado la espuma de los ‘Extra dry’ en los grandes hoteles cosmopolitas, huésped de los ‘wagon-lits’ internacionales, que ha recorrido Europa en todas direcciones en pos de un ideal que ofrece a Castilla, la tierra de sus amores y de sus ensueños». Y es que la entonces provincia de Logroño pertenecía a Castilla La Vieja.
De hecho, en la fotografía del vestíbulo puede observarse la prolija decoración, sin duda tan elegante y exclusiva como demandaba el hotel más importante de la capital riojana.
También por aquel entonces, los bajos del Grand Hotel acogieron el denominado Palacio del Billar, donde se practicaba este deporte de salón y después llegó la cafetería Las Cañas, mentidero taurino y deportivo, que regentó quien fuera presidente del CD Logroñés Cesáreo Remón.