«Los gobiernos deberían haber abordado la Guerra Civil como un asunto de Estado y, tarde o temprano, lo tendrán que hacer, porque se trata de una página no escrita en nuestra historia que algún día habrá que rellenar», asegura Carlos Gil Andrés, doctor en Historia, profesor de instituto y uno de los ensayistas más prolíficos de La Rioja, cuyas obras son publicadas por las editoriales más prestigiosas del país. El autor ha presentado su último libro, ‘Españoles en guerra’, en el Ateneo Riojano, de la mano de Jesús Vicente Aguirre y Roberto Fandiño.
-¿Cómo se planteó el proyecto?
-Fue un encargo de la editorial Ariel, con la que ya había publicado ’50 cosas sobre la Historia de España’, coincidiendo con los 75 años del final de la Guerra Civil. En este caso, en el título jugamos con el número 39, primero porque la contienda acabó en 1939, segundo porque desde que tomó el poder Franco permaneció 39 años al frente del país y porque, justo en este 2014, se cumplen 39 años de su muerte. Se trata de un libro no muy voluminoso, con vocación divulgativa, en el que se analizan personajes, circunstancias políticas, batallas, instituciones, partidos, episodios, poderes fácticos…
-La estructura de la publicación también ayuda a su lectura.
-En efecto. Cada uno de los 39 capítulos consta de seis páginas y contiene entradilla, cronología, citas -que pueden ser políticas, literarias, periodísticas-, un resumen y una idea global sintetizada. Por ejemplo, en el primer capítulo, titulado ‘La primavera de 1936’, la síntesis sólo tiene catorce palabras: «La guerra no fue una tragedia inevitable provocada por el fracaso de la República». Además, la maquetación y el diseño también ayudan a que el ensayo sea más ameno.
-Supongo que resumir un episodio tan denso y complejo no habrá sido fácil.
-Sobre todo en la labor de síntesis, pero también ha sido un reto. He tratado de amalgamar lo mejor de la investigación histórica de las últimas décadas, que ha avanzado mucho en este periodo de nuestro pasado. La idea es proponer al lector una narración sencilla, aunque no exenta de coherencia literaria y de atractivo.
-¿Por qué sigue interesando tanto la Guerra Civil?
-Son muchas las causas, aunque todas ellas confluyen en la idea de que la guerra está muy lejos, pero a la vez muy cerca. Los españoles creemos que el gen cainita es tan sólo nuestro, que la idea de las dos Españas es un monopolio. Sin embargo la historia comparada no dice que nuestro caso no es tan excepcional. Casi todos los países europeos han pasado por lo mismo -quizá excepto Reino Unido- a lo largo del siglo XX, que fue el siglo de la barbarie. Hay, incluso, algunas naciones que la barbarie la han sufrido dos veces, como las exrepúblicas yugoslavas o lo que puede suceder en Ucrania.
España y el futuro de Europa
-Y, entonces, ¿por qué la Guerra Civil ha trascendido incluso fuera de nuestras fronteras y es una de las más analizadas en todo el mundo?
-Por su singularidad. La Guerra Civil fue un laboratorio donde el mundo se estaba jugando su futuro. No es extraño que se produjera en vísperas de la II Guerra Mundial, porque lo que ocurrió en nuestro país iba a suceder poco después en Europa: la lucha de los valores democráticos frente a la dictadura que encarnaban Hitler y Mussolini.
-No obstante, la guerra española encuentra sus antecedentes en el siglo XIX.
-De aquellos polvos vinieron estos lodos. En las llamadas Guerras Carlistas subyacían elementos como la función del Ejército, el derecho a la tierra, la educación… que también confluyen durante la II República en un escenario complejo y muy conflictivo. En la Guerra Civil fueron muchas guerras las que se entremezclaron: la de religión, la de lucha social, la de ideología, la de identidad nacional… y todo ello con un grado de violencia muy elevado.
-Como escribió usted en ‘Lejos del frente’, la Guerra Civil en La Rioja apenas duró 80 horas…
-… sin embargo, los muertos se cuentan por miles, y la mayoría civiles. ¿Cómo es posible? Pues porque durante la contienda y, en la posguerra, se produjeron fusilamientos masivos que buscaban aniquilar al enemigo para que no volviera a levantar cabeza.
-Incluso, sigue habiendo miedo a aquella guerra y a otra nueva.
-El fantasma de la Guerra Civil perdura estimulado por el miedo a lo que ocurrió. Es un miedo que fue inculcado por el propio régimen para perpetuarse en el poder. Existe un consenso básico entre los historiadores y los expertos. Otra cosa es el debate público o político, las manipulaciones interesadas, los pseudohistoriadores…
La Transición
-¿Pudo haberse zanjado esta polémica en la Transición, ahora que está tan moda la concordia con la muerte de Adolfo Suárez?
-No era fácil. En la Transición se pensó que era mejor pasar la página de la Guerra Civil y mirar al futuro. Sin embargo la página está aún sin escribir y a comienzos del siglo XXI, cuando la memoria comenzó a fallar, nos dimos cuenta de que la herida no se había curado y de que había gente interesada en seguir agitando la bandera del miedo y defendiendo el franquismo.
-El español piensa bien pero tarde…
-La Transición apostó por un pacto de futuro para enterrar el pasado, para que todos camináramos juntos hacia la democracia, que era el objetivo final. Sin embargo ese pacto no tendría por qué haber aceptado ni una carta blanca ni un olvido definitivo de la barbarie y, sobre todo, de las víctimas.
-¿Hay todavía solución?
-La página de la Guerra Civil tendrá que escribirse tarde o temprano; no puede quedar en blanco. El Estado debería hacer todo lo posible para reparar a las víctimas, enterrar a los muertos y no dejarlos en las cunetas, como permanecen miles de ellos. Todavía se está a tiempo de hacerlo, aunque apenas quedan víctimas directas de aquello. Eso sí, todavía quedan sus familiares y, sobre todo, la dignidad de un país. Ahora que está desapareciendo la última memoria viva de la guerra es muy importante que las nuevas generaciones conozcan la verdad contada con historiadores rigurosos y no por pseudohistoriadores que carecen de rigor.