Desde la Alta Edad Media, la relación entre la monarquía y la comunidad autónoma siempre ha sido muy estrecha
El vínculo de las tierras riojanas con la realeza peninsular se hunde en las raíces del tiempo, dada la importancia que la actual comunidad autónoma tuvo respecto a las coronas de Navarra y de Castilla. Entre los años 918 y 1076, Nájera fue la capital del reino navarro, reino que el rey Sancho III el Mayor (1004-1035) convirtió en el primer gran imperio hispánico. Fue Sancho quien otorgó a Nájera el fuero que sería germen de la legislación navarra y base del derecho nacional, e impulsó definitivamente, desde la ribera del Ebro, el todavía incipiente Camino de Santiago.
Muerto Sancho III, el imperio se repartió entre sus hijos: García el de Nájera –allí nacido y enterrado– se quedó con Navarra; a Fernando I le correspondió Castilla; Ramiro I ocupó el reino de Aragón y Gonzalo Sánchez fue nombrado conde de Ribagorza y de Sobrarbe. De esta forma, Nájera se convirtió en cuna de los reinos de Navarra, Castilla y Aragón.
Ya bajo la corona castellana, Alfonso VI confirmó el fuero real najerino y concedió los propios a Calahorra (1076) y a Logroño (1095).
Fue también muy estrecho el vínculo de Alfonso VIII con La Rioja, monarca muy unido a Nájera –donde su madre fue enterrada días después de traerlo al mundo–. Íntimo amigo de don Diego López de Haro El Bueno, al rey Alfonso se le recuerda por su victoria en las Navas de Tolosa, donde el señor de Haro fue alférez mayor y Diego de Villar –nacido en Villar de Torre–, su médico.
Corte Real en Santo Domingo
Ya en el Renacimiento, cuando España comenzaba a perfilarse como España, los Reyes Católicos recorrieron territorio riojano en diversas ocasiones. Entre 1483 y 1484 Isabel y Fernando establecieron su corte permanente en Santo Domingo de la Calzada, pues temían que la boda de Juana ‘La Beltraneja’, rival de Isabel I, con el heredero navarro tuviera graves consecuencias. Casi una década después, en 1492, el mismo año des descubrimiento de América, los monarcas visitaron Nájera y Logroño.
Los Austrias mayores tuvieron verdadera devoción por La Rioja. El 11 de febrero de 1520, Carlos I, nieto de los Reyes Católicos, acató las leyes y los fueros de Calahorra y, en días posteriores, los de Nájera y Logroño. En la capital, el juramento real tuvo lugar en Santa María de Palacio, gesto decisivo para que los vecinos de Logroño –cuyo título de ciudad había sido concedido por Juan II en 1431–, defendieran la plaza hasta el último aliento del asedio de francos y navarros.
Tres años después, el ya emperador Carlos V visitaría de nuevo Nájera y Logroño para agradecer la ayuda de sus habitantes. De esa época datan las puertas del Revellín logroñés y la de Carlos I najerina.
Por su parte, el conocimiento que Felipe II tenía de La Rioja y sus gentes era mucho. El llamado rey prudente había elegido a los Jerónimos como guía espiritual del monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Precisamente, uno de los centros más importantes de la Orden Jerónima era el de Santa María de La Estrella de San Asensio. No es extraño, pues, que varios de los primeros priores del monasterio escurialense fueran riojanos, así como su pintor de cámara, Juan Fernández de Navarrate, Navarrete El Mudo, que aprendió en San Asensio el manejo del pincel.
La visita regia más importante que realizó a La Rioja Felipe II tuvo lugar en 1592, acompañado del infante Felipe y de su hija Isabel Clara Eugenia. Camino de Aragón, el monarca atravesó Santo Domingo de la Calzada, Nájera, Huércanos, Fuenmayor, Navarrete y Logroño. En el monasterio de La Estrella de San Asensio se vio obligado a permanecer por espacio de un mes, a causa de una enfermedad.
Podemos decir que la vinculación riojana con la realeza española no se retomó con fuerza hasta la época del Marqués de la Ensenada. Zenón de Somodevilla y Bengoechea, quizá el político español más relevante del siglo XVIII, ocupó altos cargos con los primeros monarcas de la dinastía borbónica, por lo que Felipe V, Fernando VI y Carlos III siempre tuvieron presente la realidad de la comunidad.
¿El rey Baldomero I?
Pero el siglo de oro entre la monarquía y la ya entonces provincia fue el XIX. Es más, a punto estuvo de ser designado rey un vecino de Logroño. Exiliada Isabel II y disuelta la I República, la clase política buscaba un candidato al trono de España. Y el elegido fue Baldomero Espartero, que llevaba años retirado en la capital riojana cuidando de sus lechugas y sus frutales en la finca de La Fombera.
Es cierto que Espartero no había nacido en cuna noble ni era ningún jovenzuelo, pero concitaba el prestigio de haber pacificado España tras la I Guerra Carlista. Sin embargo, consciente de sus limitaciones políticas y de sus fuerzas, el Príncipe de Vergara y Duque de la Victoria rechazó la corona y permaneció entre Logroño y Varea.
Por ello, uno de las primeros y más sentidos viajes que realizó Amadeo de Saboya fue a Logroño. Amadeo I llegó en tren a la ciudad el 29 de septiembre de 1871, siendo recibido en la estación por don Baldomero. Durante dos jornadas dialogó largamente con su anfitrión, rindió honores militares al general Zurbano y asistió a un espectáculo en el teatro Liceo, en la calle Ruavieja.
Ya en la restauración borbónica, y pese a su no muy extenso reinado, Alfonso XII visitó cuatro veces La Rioja. La primera se produjo en febrero de 1875, donde visitó el palacio de la plaza de San Agustín. La segunda fue a bombo y platillo, en marzo de 1876, tras derrotar a los facciosos en la III Guerra Carlista. El joven monarca, a caballo, fue vitoreado por el pueblo en la calle del Mercado, actual Portales. La tercera visita, el 21 de octubre de 1878, estuvo marcada por la tristeza. Don Baldomero aún no se había recuperado del fallecimiento de su esposa, doña Jacinta Martínez de Sicilia, y ya rumiaba su final.
El hijo de Isabel II viajó a La Rioja por última vez en agosto de 1883, con motivo de la sublevación militar de Santo Domingo, conocida como ‘Sargentada’.
Alfonso XIII y su nieto Juan Carlos
También su hijo Alfonso XIII fue un asiduo de la provincia. Logroño se pobló de tribunas y arcos festivos para agasajar al recién coronado rey los días 31 de agosto y 1 y 2 de septiembre de 1903. La Familia Real se alojó en el actual IES Sagasta y, entre otros actos, el rey homenajeó a un ya anciano marqués de Murrieta. El último periplo por tierras riojanas de Alfonso XIII tuvo lugar en octubre de 1925, a propósito de la exposición de productos riojanos que se desarrolló en la Escuela de Artes y Oficios de la capital.
Juan Carlos I, nieto de Alfonso XIII, siempre ha estado muy vinculado a la comunidad autónoma. Siendo Príncipe, realizó prácticas militares en la zona de Ezcaray; ha sido el mejor embajador de San Millán de la Cogolla y de la cuna del español y del vino de Rioja.