No fueron tiempos amables los sufridos en los años 40. En lo más crudo de la cruda posguerra, una capital de provincias como Logroño trataba de sobrevivir, acuciada por la escasez, por la miseria humana y, sobre todo, por el hambre. Cartillas de racionamiento, trapicheo, estraperlo y filas en los cuarteles mendigando el rancho contrastaban con lujosos bailes y fiestas de postín, que las familias bien avenidas disfrutaban con manjares como pato flambeado, langosta, champán francés y gin-fizz. La imagen que hoy llega a esta Retina de la Memoria corresponde a la entonces calle General Mola –actual Portales–, fechada en el año 1946 y publicada por E. Sicilia.
Esa Calle Mayor que, una década más tarde, plasmaría en celuloide Juan Antonio Bardem; una grisalla que, además de adquirir la categoría de obra maestra del cine mundial, se convirtió en un fiel retrato de la España profunda del franquismo.
En la fotografía, tomada con la colegiata de La Redonda –aún no había alcanzado el rango de concatedral– y el palacio de los Chapiteles de fondo, puede observarse la calle semivacía, con un único vehículo aparcado, un ciclista perdido y otro coche que avanza a la altura de la plaza del Mercado, por aquella época plaza de los Héroes del Alcázar. Y el asfalto, abrillantado por la lluvia, que más bien parece un espejo. Portales conservó la estructura de vía al tráfico hasta su peatonalización, impulsada por Manuel Sáinz y Pilar Salarrullana en la década de los 80.
Calle de tiendas y paseos
Contrasta la soledad de la instantánea –quizás tomada a primera hora de la mañana– con el bullicio que la calle Portales albergada, y todavía conserva, como una de las arterias más comerciales y de más agradable paseo de la capital riojana. Bien entrada la tarde, sobre todo sábados y domingos, centenares de logroñeses –jóvenes en su mayoría– caminaban bajo los soportales en un carrusel interminable de ida y vuelta, en el que todos los procesionantes quería ver y ser vistos.
Casi en primer término de la foto, puede leerse el letrero ‘Casa Barajas. Comidas’, uno de los establecimientos habituales en el que riojanos y forasteros podían evadirse de la descarnada realidad. Un poco más atrás se ve un coche apartado tipo ‘haiga’. ¿Que qué marca es esa? Cuando los nuevos ricos, a costa del estraperlo y el chanchullo, iban a adquirir un vehículo, siempre pedían al vendedor “el más grande que ‘haiga'”
A la izquierda, se encuentra la bocacalle que accede a la plaza Martínez Zaporta, donde el café Moderno ya era un local de referencia, así como el cine de igual nombre en el que triunfaban casposas películas españolas –con alguna excepción– y las de hazañas bélicas. A la derecha, la calle Gallarza abría un sinfín de posibilidades: bar Chaval, calle Laurel… y, en los alrededores, el café Los Leones, La Granja, el Círculo La Amistad o el café Comercio, en el Espolón.