Allá por el año 1476, la reina Isabel I fundó la Santa Hermandad, una institución equiparable a la Guardia Civil o la Policía Nacional, aunque –claro está– del siglo XV. Su Católica Majestad unificó así las distintas hermandades que ya existían en Castilla desde el siglo XIII, y cuya misión no era otra que mantener el orden público y perseguir a truhanes y asesinos. Como uniforme oficial, estos cuadrilleros –patrullaban de cuatro en cuatro– vestían camisa verde y un chaleco de piel que dejaba al aire unas llamativas mangas, por lo que muy pronto el pueblo los motejó como ‘mangas verdes’. Dado que los agentes de la Santa Hermandad casi siempre patrullaban por caminos rurales, su rapidez y eficacia brillaban por su ausencia en villas y ciudades, así que cuando llegaban al lugar del delito los criminales ya habían huido. De ahí la expresión, «¡a buenas horas, mangas verdes!».
Pero volvamos al siglo XXI. Resulta que la Fiscalía de La Rioja presentó el pasado lunes una denuncia contra Nueva Época por asociación ilícita, entidad de ideología ultraderechista que fue disuelta hace tan sólo tres semanas. Es cierto que el Ministerio Público ya había iniciado diligencias allá por el 6 de febrero, pero –¡ah, casualidad!– los frutos no han llegado hasta que uno de sus exdirigentes confesó ser el autor de cinco apuñalamientos en Lérida, el 22 de septiembre. Hace tan sólo un año –y ahí están las hemerotecas–, la Fiscalía aseguraba que en Logroño «no hay movimientos neonazis». Sin embargo, Nueva Época ya había enseñado la patita a través de (presuntas) agresiones racistas –hoy en la Justicia–, y también en contramanifestaciones estudiantiles –ante cierta pasividad de autoridades civiles y policiales–, pese a que sus miembros acudían encapuchados y con evidente intención de montar bronca.
Lo dicho:
¡A buenas horas, mangas verdes!