De la trama Gürtel que salpicó a Ana Mato y que ha desembocado –ébola de por medio– en su dimisión, ya escribí en este mismo Crisol el artículo ‘Yo, por la pasta, ¡Mato!’. Año y medio después, de las muchas frases que estos últimos días ha suscitado el cese en diferido de la ministra de Sanidad, hay dos que me han llamado poderosamente la atención.
La primera la pronunció Mariano Rajoy en el debate que sobre regeneración política -permítanme que esboce una sonrisa- celebró el Congreso. El presidente del Gobierno de España remarcó que, según el auto del juez Ruz, Ana Mato figura como participe a título lucrativo en el caso Gürtel y, por tanto, «queda fuera de toda duda» que «ignoraba la comisión de tales delitos».
Pero, vamos a ver: ¿Es que Ana Mato no era capaz de preguntarse de dónde salían los viajes exclusivos que ella misma disfrutaba, los bolsos de Louis Vuitton o quién pagó los fiestones –con 4.680 euros de confeti incluidos– de sus hijos? ¿Ni tan si quiera vio el Jaguar S. Type 4.0 V8 aparcado en su garaje?
¡Que mide casi cinco metros de largo, carajo!
Si es verdad que Mato no se enteraba de nada, ni de la aparición de ‘un pedazo de buga’ de lujo en su aparcamiento, ¿cómo pudo ser nombrada ministra?
La otra frase procede de nuestro presidente autonómico, para quien el gesto de Mato le «honra, sin haber cometido ningún delito», ya que dimitió «simplemente por las manifestaciones que hace el juez de considerar que ha podido beneficiarse de una cantidad, que tampoco es excesiva de 55.000 euros, sin que conociera la procedencia».
¿Que no son excesivos 55.000 euros? ¡Ni aunque hubieran sido mil! Desde luego, a un receptor del salario mínimo interprofesional le harían falta casi siete años de su trabajo para poder reunir esta cantidad «tan poco excesiva».