Treinta y ocho años después, todavía recuerdo como si fuera hoy la matanza de Atocha, uno de los puntos de inflexión de la Transición democrática española.
La noche del 24 de enero de 1977 un grupo de extrema derecha –formado por terroristas nostálgicos del dictador Francisco Franco– entró a sangre y fuego en un despacho laboralista de la madrileña calle Atocha. El comando de encapuchados asesinó a los abogados Enrique Valdevira Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz y Francisco Javier Sauquillo Pérez del Arco; al estudiante de Derecho Serafín Holgado y al administrativo Ángel Rodríguez Leal; también sufrieron graves heridas a causa de los disparos Miguel Sarabia Gil, Alejandro Ruiz-Huerta Carbonell, Luis Ramos Pardo y Dolores González Ruiz. Sólo años después supe que Sarabia era logroñés.
Cursaba 1º de Periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona y residía en un colegio mayor de la Ciudad Condal. Poco antes de las doce de la noche, a la espera de que José María García comenzara su espacio deportivo, los periodistas del programa ‘Hora 25’ informaron sobre la masacre en un escueto flash de alcance. Apenas treinta segundos.
Como una exhalación, pasé a otro cuarto donde varios compañeros jugaban al tute; de inmediato dejaron las cartas sobre la mesa y entre todos buscamos más información en otras emisoras de radio. Hasta la una de la madrugada estuvimos escrutando los arcanos de las ondas. Fue en vano. “Lo habrás soñado”, comentó con una sonrisa en los labios un futuro ingeniero químico. De nuevo en mi habitación, seguí girando el dial –de derecha a izquierda, de izquierda a derecha– hasta que me venció el cansancio.
A las siete y media de la mañana alguien aporreó mi puerta; era el futuro ingeniero químico. En efecto, la matanza de Atocha no había sido sólo un mal sueño. Fue la censura, que aún conservaba el poder omnímodo heredado del Régimen franquista, la que propició con sus artes intimidatorias el silencio radiofónico de la madrugada.
La calle que nunca tuvo
El riojano Miguel Sarabia fue uno de los abogados supervivientes del atentado, pese a haber sufrido graves heridas de bala. Nacido en Logroño en 1926, cursó en Madrid estudios de Derecho. Afiliado en la clandestinidad al PCE, trabajó durante medio siglo en los barrios marginales de la capital de España. Además de asesorar a los trabajadores desde un modesto despacho laboralista, ejerció la docencia en la periferia de la ciudad y fundó en Usera un colegio para niños sin recursos y adultos analfabetos. Sarabia Gil falleció el 21 de enero del 2007 a los 80 años de edad, víctima de una larga enfermedad.
En el año 2010, el entonces concejal de Cultura del Ayuntamiento de Logroño, Carlos Navajas, respaldado por la Ley de Memoria Histórica, anunció que este abogado laboralista tendría su calle en la capital riojana –en concreto la que sigue siendo Milicias–, al igual que cambiarían, entre otras, Calvo Sotelo por Martín Zurbano, Víctor Pradera por La Audiencia, General Sanjurjo por Manuel Bartolomé Cossío, Capitán Cortés por Frontón Beti Jai o plaza Martín Ballestero por Pilar Salarrullana.
Sin embargo –como siempre ocurre–, todo quedó en agua de borrajas. Arranque de rocín y parada de asno.