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Marcelino Izquierdo

Historias Riojanas

Los supervivientes de Pradillo

El 6 de junio se han cumplido 50 años del accidente de tráfico que costó la vida a doce jóvenes riojanos

 

Aquella mañana del 6 de junio de 1965 calentaba el sol como si ya fuera verano. Convocados por Acción Católica, cinco mil jóvenes riojanos se habían congregado en el Espolón para disfrutar de una jornada festiva que arrancó con una misa al aire libre, presidida por el obispo Del Campo y de la Bárcena. Finalizado el oficio, chicos y chicas llenaron más de 80 autocares rumbo al Camero Nuevo y, tras almorzar en Torrecilla, la caravana regresó al asfalto con El Rasillo como fin de trayecto. En un pispás, sin embargo, la alegría se tornó en tragedia y el Día de la Juventud acabó en jornada de luto. Un trágico accidente segó las vidas de 12 jóvenes de entre 16 y 22 años, dejó heridos a varias decenas más y marcó las vidas de familiares y supervivientes. Hace de aquello 50 años.

Así relataba el terrible suceso el atestado de la Guardia Civil de Tráfico: «A las 12.20 del mediodía del pasado domingo, en el kilómetro 259,400 de la carretera nacional III, el autocar de matrícula LO-7398, propiedad de la empresa ‘Arribas, S.A.’, conducido por Federico Ibáñez, circulaba en caravana con 44 viajeros hacia El Rasillo. Su velocidad era moderada, de 35 kilómetros por hora. Al llegar a una curva hacia la izquierda, en el término de Pradillo de Cameros, el autocar entró ceñido a su mano derecha, arrollando la totalidad de los pretiles discontinuos anteriores al puente. El vehículo cayó al vacío desde una altura de ocho a diez metros, quedando ‘de espaldas’ sobre un hoyo del terreno».

Armando Angulo, de Fuenmayor, fue uno de los organizadores de la excursión, por eso ocupaba el asiento del copiloto del autobús que iba detrás del siniestrado: «Fue tremendo. Vi cómo el vehículo rozaba los pretiles, el peso le venció y se despeñó por el terraplén. Bajé con un megáfono para intentar que la gente que iba en otros autocares no perdiera la calma. Muchos jóvenes comenzaron a descender por el barranco sin importarles el peligro que corrían. Fueron muy valientes, unos héroes. También llegaron vecinos de Pradillo para colaborar en el rescate».

El silencio era tal que dejaba escuchar los lamentos de las víctimas, izadas a hombros por los voluntarios hasta el arcén. «Un compañero me confesó llorando que se le había muerto uno de los chavales en los brazos», añade Armando, que casi no puede contener las lágrimas.

 

 

El fotógrafo Teo Martínez -cuyas imágenes acompañan estre reportaje, por deferencia suya y de Cámara Oscura- se enteró de la tragedia cuando tomaba el vermú en el bar Siglo XX, en Ingeniero Lacierva. «Vi coches y varias ambulancias por Vara de Rey, llamé a un amigo y bajamos a Pradillo con su ‘Dos Caballos’». Apenas le dio tiempo de tomar varias instantáneas, porque regresaron cuanto antes a la capital. «Lo del Hospital Provincial era de pánico. La gente no sabía si sus familiares estaban sanos, muertos o heridos. Sacaban una camilla de un coche y una multitud se asomaba para ver si lo conocían», recuerda Teo.

A diferencia de Angulo, Ignacio García viajaba en el autocar anterior. «Por el cristal de atrás vimos una enorme polvareda tras la curva, pero no supimos de qué se trataba hasta minutos después de aparcar en El Rasillo. Los que iban en los primeros vehículos ya estaban preparando la comida cuando llegó el mazazo. Estábamos destrozados. Tuvimos que permanecer en el pueblo durante horas hasta que nos dejaron regresar. Íbamos rezando el Rosario. Ya en Logroño, las iglesias permanecieron abiertas hasta la madrugada para que la gente pudiera buscar consuelo».

«De lo que más me acuerdo es de la unión, del compañerismo, de la solidaridad», explica Eugenio de la Riva, que no pudo acudir a la excursión, pero que en cuanto supo lo ocurrido se puso manos a la obra.

Al día siguiente, treinta mil personas acudieron a las honras fúnebres, que comenzaron en La Redonda y concluyeron en el camposanto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Certezas, curiosidades y leyendas del pasado, de la mano de Marcelino Izquierdo

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