“La prueba más clara de la sabiduría es una alegría continua”

(Montaigne)

Siglos y siglos de intrincada fabulación parental se han ido al garete por culpa de la Cabalgata de Reyes en Madrid. Poco importa que, cada Navidad, los niños –pongamos de entre 7 y 10 años, que cada personita es un mundo– se topen con los Magos casi de continuo, lo mismo en el colegio, en el centro comercial, en la televisión, en los carteles publicitarios o en los desfiles que retransmiten las cadenas o toman las calles de pueblos y ciudades. Cada una de sus majestades, además, ataviada con ropajes diferentes, dispares coronas, barbas aliñadas o abandonadas cual selva virgen, algunos altos, otros gordos y hasta con gafas o sonotone. Nada importa…

…Ni que en los pueblos más diminutos, hasta los bebés reconocen al tío Abelino, a Martín el alguacil y al hijo de la Caganises, pese a ir cubiertos con atuendos de hace una década y tiznada la cara con ceniza de corcho quemado –al hijo de la Caganises, me refiero–. La magia se ha evaporado por siempre jamás, jamás, jamás…

…Porque una niña de 6 años ha descubierto el pastel. Ella solita, y sin la ayuda de nadie. Se trata de la hija de Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos, marquesa de Casa Fuerte, exdiputada del PP y directiva de FAES. Cualquier adulto cabal hubiera puesto paños calientes ante el desconsuelo de la pequeña: una mentirijilla piadosa, un cuento minimalista, una disculpa bienintencionada…

…Pero no. A esta historiadora por la Universidad de Oxford se le debieron acabar muy pronto los argumentos para disuadir a la niña del ‘equívoco’ porque todavía sin que hubiera finalizado la cabalgata publicó, enfurecida, el siguiente tuit: “Mi hija de 6 años: ‘Mamá, el traje de Gaspar no es de verdad’. No te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena. Jamás”.