Allá por el año 1066, el rey de Navarra Sancho IV –que pasaría a la historia como el de Peñalén, donde murió despeñado– y su homólogo castellano Sancho II mantenían enconada disputa sobre la propiedad del castillo riojano de Pazuengos. Para evitar una sangrienta guerra, acordaron ambos monarcas celebrar un duelo a muerte entre dos caballeros de su elección.Así fue como Jimeno Garcés, representando al trono de Nájera-Pamplona, se enfrentó a Rodrigo Díaz de Vivar, alférez real castellano. Derrotó el Cid al gigantón Garcés en encarnizada ordalía, lo que le valió el título de Campeador o Campidoctor, «el que defiende la justicia en el campo de batalla».
Regresaría el señor de Vivar a tierras que hoy forman La Rioja en una campaña a sangre y fuego lanzada en el 1092 sobre las posesiones del conde García Ordóñez en Nájera, Haro, Alberite, Calahorra o Alfaro, si bien para aliviar las graves desmanes de esta razia, le otorgó a Logroño el rey Alfonso VI el Fuero de 1095, una de las cartas otorgadas más relevantes de la Europa altomedieval.
Fue precisamente el Cid Campeador el personaje elegido por Javier Olivares –alma mater del proyecto junto con su hermano Pablo– para abrir la segunda temporada de ‘El Ministerio del Tiempo’, una de las mejores producciones televisivas jamás filmadas en España. Con un entrañable episodio en torno a Federico García Lorca, redondo todo él, había concluido la primera entrega de la serie, con la incógnita de si TVE apostaría por su continuidad. Pero la calidad desplegada en los ocho capítulos y el empuje de los innumerables ‘ministéricos’ –que así se autoproclaman sus incondicionales– inclinaron la balanza en favor de esta serie, a medio camino entre la historia y la ciencia-ficción.
No se pierdan los capítulos que aún quedan pendientes.