“Sería loco el militar que no estuviese dispuesto a sublevarse a favor de España y en contra de la anarquía, si ésta se produjera”. José Calvo Sotelo (16 de junio de 1936).

Punto primero. En efecto, José Calvo Sotelo no fue un político franquista, pues murió asesinado cuatro días antes de la sublevación del 18 de julio, aunque sí ‘protomártir’ de la Cruzada. Ministro en la dictadura de Primo de Rivera, Calvo Sotelo movió sus hilos para respaldar el golpe –fallido– del general Sanjurgo, pidió ayuda militar a Mussolini e, incluso, antes de las elecciones de febrero de 1936, instó a Franco a alzarse en armas antes de los comicios. «El Ejército debe soportar lo que salga de las urnas», le respondió el general a Calvo Sotelo.

Punto segundo. ¿Creó la dictadura franquista la sanidad pública universal y gratuita en España con el Seguro Obligatorio de Enfermedad (SOE), como algunos argumentan? La hagiografía del régimen así lo ha glosado machaconamente, hasta el punto de que muchos, llamémosles desinformados, lo defienden a pies juntillas. Pues no, no fue el SOE franquista la piedra angular sobre el que se cimentó el actual Estado de Bienestar. La Seguridad Social nació en 1908 con el Instituto Nacional de Previsión y las posteriores mejoras legislativas en esta materia se truncaron por culpa de la Guerra Civil. La apuesta social de Franco fue raquítica, más digna de un país tercermundista que de uno europeo; de hecho, cuando la dictadura llegó a su final, el bienestar de los españoles estaba muy, pero que muy por debajo, del nivel del mundo occidental. Hubo que esperar a la democracia y al refrendo de la Constitución para que los ciudadanos se beneficiaran de un sistema digno y eficiente de la Seguridad Social.