Hace pocos meses se cumplieron 500 años del nacimiento de Francisco de Ampuero y Cocas, que vio la luz en Santo Domingo de la Calzada en 1511. Deslumbrado por el oro americano, como muchos otros españoles, este emprendedor riojano viajó a Perú acompañando a Hernando Pizarro, donde trabó amistad con su hermanastro Francisco Pizarro. Tal era su talento, que pronto ocupó en Lima, la Ciudad de los Reyes, puestos de relevancia en su Cabildo, hasta llegar a ser alcalde mayor de la actual capital peruana.
Pero, además de por su buen gobierno, este calceatense ilustre es conocido por haber contraído matrimonio con la hermana del mismísimo Atahualpa, el último emperador inca. La historia fue rocambolesca. Cuando Atahualpa fue apresado en Cajamarca, un día recibió la visita de su hermana Inés Huaylas y, buscando la misericordia de Pizarro -que finalmente no consiguió- ofreció a la bella joven al gobernador español, quien la tomó como esposa. Del matrimonio nacieron dos hijos, pero naufragó cuando el hermano de Inés, Manco Inca, se sublevó en Cuzco, siendo ella acusada de traicionar a España.
Separada de Pizarro, Inés Huaylas contrajo segundas nupcias con el riojano Francisco de Ampuero, uno de los captores de su hermano Atahualpa. Y lo hizo por lo civil y por lo religioso, procedimiento poco habitual en aquella época. Cuenta la leyenda que la boda no fue sino un castigo de Pizarro, quien los habría sorprendido como amantes. Pese a los tres hijos, el matrimonio no fue apacible, y en 1547 a Inés se le acusó de atentar contra la salud de Ampuero mediante los servicios de dos hechiceros. Tan querido era el riojano en la capital de Perú que, al morir (23 de abril de 1571), sus restos fueron inhumados en el convento limeño de Nuestra Señora de la Merced.