El Parador del Norte ya no existe. Tan sólo queda una impersonal fachada, con los sillares deteriorados por el tiempo -y sobre todo por la dejadez-, así como cuatro letras carcomidas en las que apenas se lee “Escuela católica”. La piqueta, otra vez en verano, acaba de derribar otra seña de identidad del viejo Logroño. Al otro lado del Puente de Piedra, la magnífica casa con tejado a cuatro aguas y construida hace siglo y medio (c. 1870) por Alejandro Ganzábal fuera durante décadas el guardián que daba la bienvenida a quienes llegaban desde la margen izquierda del Ebro, peregrinos incluidos.
Con motivo del fallecimiento del cantero Ganzábal, una de las personas más queridas de la ciudad, la Corporación Municipal asistió en pleno al sepelio. “Cuando Logroño se hallaba en peligro de poder ser objeto de un audaz golpe de mano de los carlistas en la última guerra civil (1872-1876), encomendó la Junta de defensa al señor Ganzábal la construcción de murallas provisionales, y éste lo hizo con tal acierto en el brevísimo plazo de tres meses, que mereció justas alabanzas de las autoridades militares”, afirmaba nuestro periódico el 30 de octubre de 1906 en un extenso obituario.
El edificio ahora derribado, abandonado a su (mala) suerte durante las últimas décadas, sirvió como hospital de coléricos a finales del siglo XIX; fue Parador del Norte, posada que regentaba Segundo Rollo; albergó una fábrica de lejías, ‘Escuela Católica’ en la posguerra, comercio, café y hasta casa de citas
Además del Parador o las murallas de la capital riojana, Alejandro Ganzábal –íntimo amigo de Sagasta y de Amós Salvador- levantó el nuevo Puente de Piedra, las bodegas Marqués de Riscal en Elciego o la carretera de Peñacerrada, así como su propio panteón y el del doctor Zubía, que también amenazan ruina en la parte más antigua del cementerio logroñés.