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Marcelino Izquierdo

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El vínculo riojano de Unamuno

El escritor bilbaíno visitaba Logroño en verano para estar con su hermana Susana, monja en La Enseñanza. También publicó varios artículos en Diario La Rioja

 

En la tarde del 31 de diciembre de 1936, mientras charlaba en su domicilio de Salamanca con un antiguo alumno, a Miguel de Unamuno le sorprendió la parca. «Unamuno ha muerto repentinamente, como el que muere en la guerra. ¿Contra quién? Quizá contra sí mismo; acaso también, aunque muchos no lo crean, contra los hombres que han vendido a España y traicionado a su pueblo», escribió Antonio Machado.

Escritor, filósofo y una de las figuras más destacadas de la Generación del 98, de la pluma de Unamuno nacieron obras maestras de la literatura española como ‘Niebla’, ‘Abel Sánchez’, ‘La tía Tula’ o ‘Del sentimiento trágico de la vida’. Ilustre rector de la Universidad de Salamanca, suya es la famosa frase «Venceréis, pero no convenceréis» con la que denunció la intolerancia en la misma cara de Millán Astray,

Ahora que se cumplen 80 años de su fallecimiento, bueno sería recordar que Unamuno mantuvo un vínculo muy especial con La Rioja, a la que viajaba casi todos los veranos. Y es que en Logroño residió durante 35 años su hermana Susana (Susana Presentación Felisa de Unamuno y Jugo es su nombre completo), monja en el convento de la Compañía de María (La Enseñanza) desde que ingresó como novicia en 1899.

 

El sacerdote Manuel Trevijano, conocedor de la figura de la madre Susana, asegura que ésta mantuvo una relación con Miguel de Unamuno «profunda, íntima y sincera», que se prolongó hasta la muerte de la religiosa, el 3 de marzo de 1934, a causa de una pulmonía. Había cumplido los 67 años. Al día siguiente, fue inhumada junto a los restos de sus compañeras de la orden en el cementerio de la capital riojana. Añade Trevijano que la víspera de su fallecimiento Susana Unamuno entregó a la madre superiora la última misiva dirigida a su hermano y «le pidió que después de expirar ella, y no antes, se la mandara a Don Miguel».

La madre Unamuno ejerció como profesora de Lengua Española, Religión, Francés y Contabilidad, en La Enseñanza, y como prefecta en el internado del colegio entre 1913 y 1917. En 1921, la monja viajó a Roma, donde durante tres años se encargó de la organización de la Secretaría y el Archivo de la Casa Generalicia fundada en la capital italiana, para regresar después al convento de Logroño. Trevijano define a la madre Susana como una persona «noble, trabajadora y culta».

El escritor y filósofo vasco solía visitar la capital de La Rioja al menos dos días en el mes de agosto, donde también coincidía con otros familiares que aprovechaban el verano para estar con la madre Susana. En el convento-colegio, Unamuno charlaba con las monjas de la Compañía de María y con el sacerdote Pablo Llorente, confesor de la comunidad religiosa de La Enseñanza, al tiempo que paseaba por una ciudad que le era muy próxima, muchas veces sin rumbo fijo.

 

 

Artículos en Diario La Rioja

Esta relación con la entonces provincia de Logroño permitió también que don Miguel escribiera algún que otro artículo en el periódico LA RIOJA. El 3 de agosto de 1907 publicó ‘Sobre la emigración’, una lúcida reflexión sobre el ‘sueño americano’ de miles y miles de españoles que, por aquella época, perseguían un futuro mejor al otro lado del Atlántico. «No es lo malo que los hijos de España emigren a bandadas a las Américas que España descubrió, conquistó y pobló, lo malo es que emigren del todo, llevándose con sus familias sus afectos y que no sigan en relación con su tierra natal».

Pero si tienen actualidad las palabras de Unamuno, 110 años después, respecto al incesante éxodo de españoles que buscan un sueldo digno por medio mundo, no es menos vigente el artículo que este mismo diario publicó el 14 de mayo de 1933, titulado ‘Consumo y limosna’. Comparemos si no las reflexiones de Miguel de Unamuno en este artículo de página 4 con la precariedad laboral y salarial que sufre ahora mismo nuestro país, ocho décadas más tarde aquel lejano 1933: «En el fondo, es la vieja cuestión de la limosna. ‘¡Yo no pido limosna, pido trabajo!’, dice un parado, sabiendo que el trabajo que se le habría de dar no sería sino un pretexto para una limosna. Y ello procede del sentido que ha tomado la limosna, como algo de gracia y no de justicia».

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Certezas, curiosidades y leyendas del pasado, de la mano de Marcelino Izquierdo

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