A través de una historia sencilla, sin alharacas ni efectos especiales, que retrata sin ambages esa América profunda abandonada a su suerte por el despotismo del dólar, emerge ‘Comanchería’ como una de esas pequeñas joyas que hacen del cine el séptimo arte. Titulada originalmente ‘Hell or high water’ –algo parecido a ‘Contra viento y marea’–, este wéstern contemporáneo narra, de la brillante pluma del guionista Taylor Sheridan (‘Sicario’) y la eficiente dirección de David Mackenzie, la desventura de dos hermanos (interpretados por Chris Pine y Ben Foster) que atracan bancos para salvar del deshaucio la granja familiar.
A la caza de estos cuatreros del siglo XXI cabalgan sobre su todoterreno un ranger en puertas de la jubilación (magistral Jeff Bridges) y su ayudante (Gil Birmingham), mitad mexicano mitad indio, cuyos diálogos son impagables. La envolvente banda sonora de Nick Cave y Warren Ellis, trufada con una sugestiva selección de música country, hechiza la atmósfera de un territorio comanche tan polvoriento como endogámico, capaz de sacar lo mejor y lo peor del ser humano: la delicadeza del amor filial entre los dos forajidos frente a la violencia que destilan con quienes les tocan las narices.
Pese al paisaje desértico de un país lejano y de sus peculiares moradores, en las antípodas de la vieja Europa, lo que subyace en ‘Hell or high water’ es el pan nuestro de cada día: deshaucios, empleo precario, injusticia, recibos que nunca se terminan de pagar, desigualdad… y esos bancos atracados que, paradójicamente, han coadyuvado en el declive de las clases medias, las mismas clases medias que acaban de ungir a Donald Trump como emperador del mundo y que también aúpan a Marine Le Pen y a Nigel Farage.