Cuando en el año 1581 aprovechó Felipe II la muerte del rey Sebastián para anexionarse el reino de Portugal y sus posesiones de ultramar, pronto germinó en El Escorial la idea de establecer relaciones diplomáticas con China, la exótica Catay, y su posterior evangelización. Con el propósito de conocer mejor los territorios comprendidos entre los ríos Yangtsé y Amarillo, entonces bajo la dinastía Ming, fue encargado fray Juan González de Mendoza, agustino natural de La Rioja, de recopilar toda la información sobre aquel lejano país y sus habitantes.
Así fue como la ‘Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del Gran Reyno de la China’ vio la luz en 1585, se convirtió en la obra más influyente del siglo XVI y logró una gran difusión por Europa gracias a las decenas de reediciones impresas en varios idiomas. Lo más curioso es que su autor jamás pisó China –ni tan siquiera Asia–, pero el rigor de sus fuentes y el minucioso trabajo de documentación hicieron del libro una referencia indispensable para genios como Montaigne, Francis Bacon o Walter Raleigh. El desastre de la Armada Invencible, sin embargo, y la convicción de Felipe II sobre lo intrincado de la empresa abortaron la “conquista de China”.
Juan González de Mendoza había nacido en Torrecilla en Cameros hacia 1545 en el seno de una familia hidalga de escasa fortuna. Quizá por ello marchó a México con 17 años e ingresó en la orden de agustina, donde adquirió la fama de hombre culto. Ya entrado el siglo XVII, tras el éxito de su monografía sobre China, fue nombrado arzobispo de las Islas Eolias (Sicilia), Chiapas (México) y Popayán (Colombia), donde falleció en 1618.
¡Ah!, se me olvidaba. Tampoco tiene calle en Logroño.