Cuando el Príncipe Negro batalló en los campos de Nájera | Historias Riojanas - Blogs larioja.com >

Blogs

Marcelino Izquierdo

Historias Riojanas

Cuando el Príncipe Negro batalló en los campos de Nájera

El legendario Príncipe de Gales, conocido en la historia mundial como el Príncipe Negro, fue el gran protagonista de la Batalla de Nájera, de la que ahora se cumplen 645 años. Los campos de La Rioja fueron escenario, en abril de 1367, de uno de los enfrentamientos más sanguinarios ocurridos en la Península Ibérica, la guerra civil entre el rey Pedro I ‘El Cruel’ y su hermanastro Enrique de Trastámara, que aspiraba el trono. En realidad, la contienda supuso una prolongación de la Guerra de los Cien Años europea, que enfrentó a dos de sus protagonistas militares: el Príncipe Negro inglés y el galo Bertrand du Guesclin.

Y es que la supremacía marítima que Castilla ostentaba sobre Francia e Inglaterra había propiciado que ambos países, enemigos irreconciliables durante la Guerra de los Cien Años, persiguieran una alianza con la armada castellana. Fue entonces cuando, asediado por la nobleza encabezada por Enrique de Trastámara, Pedro I se vio obligado a huir a Burdeos. Allí, buscó alianza con el líder de las fuerzas inglesas, el Príncipe Negro, quien le prometió su ayuda a cambio de que Castilla, recobrada la corona por Pedro el Cruel, fuera luego su aliado contra Francia. Para reforzar a sus leales ingleses, el Príncipe Negro reclutó tropas en Gascuña y Aquitania, al tiempo que su hermano, Juan de Gante, viajó desde Londres con 400 caballeros y, sobre todo, una nutrida grey de temibles arqueros anglosajones -longbowmen-, armados con arcos largos.

La nobleza castellana, por su parte, bajo la bandera del conspirador Enrique de Trastámara, buscó el respaldo de Francia, que envió a los mercenarios del condestable Bertrand du Guesclin.

Con un ejército de 24.000 guerreros, el príncipe Eduardo cruzó los Pirineos, en febrero de 1367, atravesó el Ebro por el puente de Logroño, sabedor de que Trastámara se hallaba en tierras riojanas, dejó atrás la villa jacobea de Navarrete y, siguiendo la Ruta, alcanzó el término de Nájera. Enrique, por su parte, acantonó sus tropas en espera del enemigo, protegiéndose las espaldas con el río Najerilla, un garrafal error táctico que imposibilitada cualquier posibilidad de retirada. Pero debía de estar muy seguro de sus fuerzas -sobre todo de las de Du Guesclin-, quizá porque tanto él como el galo Bertrand confiaron en que su mayor arma estratégica era la caballería. Trataron, así, de aprovechar la presunta ventaja que atesoraban sus jinetes, armados hasta los dientes, sobre la llanura en la que iba a resolverse la contienda. En ningún momento se les pasó a los cabecillas de la nobleza castellana -y a sus aliados franceses- pensar en una derrota, ya que sus espías habían detectado que el ejército de los Trastámara superaba al rival en por lo menos 30.000 soldados.

Pero se equivocaron con el uso de la caballería, al igual que la mayoría de los comandantes franceses a lo largo de la Guerra de los Cien Años. Nájera supuso una dolorosa derrota, que buena parte de los insurgentes pagaron con su vida, víctimas de la despiadada venganza de Pedro “El Cruel”. Enrique de Trastámara perdió la Batalla de Nájera, pero terminaría ganando la guerra dos años después.

Pedro ‘El Cruel’,  víctima de la nobleza

Pedro I de Castilla fue ganándose con creces el apelativo de “El Cruel”, defecto que terminó costándole el cetro y la vida. Coronado en el año 1350, siempre tuvo enfrente a la nobleza castellana así como al reino de Aragón, que intentó frenar por todos los medios sus planes de expansión hacia el Mediterráneo. En 1353 tuvo que enfrentarse a la primera revuelta de de los nobles, encabezada por su hermanastro Enrique de Trastámara, que contó con la inestimable colaboración de los tronos de Aragón, Navarra, Portugal y Granada.
Cuatro años más tarde, y ante el repunte de la sublevación nobiliaria, requirió Pedro I el compromiso de Inglaterra merced al Tratado de Londres. El Príncipe Negro dio al monarca el triunfo en Nájera. Recuperada la corona, “El Cruel” causó un enorme baño de sangre para vengarse de todos los que habían apoyado a su hermanastro. El asesinato de Pedro “El Cruel” y el ascenso al trono de Enrique II propició el triunfo de la nobleza terrateniente feudal en el reino de Castilla. «Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor», fue la frase para la Historia que pronunció Bertrand du Guesclin tras entregar a Pedro I a su señor de Trastámara para que éste lo matara en una tienda de campana, enclavada en Montiel, donde Enrique II había ganado la batalla.

La implicación de los diferentes reinos peninsulares en la Guerra de los Cien Años sobreviviría a Pedro I e, incluso, al propio Enrique de Trastámara, cuyos herederos se vieron obligados a enfrentarse a las huestes inglesas en diferentes contiendas entre los años 1372 y 1419.

Enrique II, el bastardo que pudo reinar

Quien acabaría reinando en Castilla bajo el nombre de Enrique II entre 1369 y 1379, era hijo ilegítimo de Alfonso XI. Fue el conde de Trastámara Rodrigo Álvarez quien le adoptó y y le dio su apellido. Su origen real, aunque bastardo, y el apoyo de una de las casas nobiliarias más influyentes de la Península desataron su ambición. Así, en el año 1366, respaldado por los reinos de Francia y de Aragón, encabezó la rebelión de la nobleza contra su hermano, Pedro I “El Cruel”, rey de Castilla.
Enrique de Trastámara se autoproclamó rey en Calahorra, y, respaldado las tropas francesas de Bertrand Du Guesclin, se enfrentó al monarca castella en tierras de La Rioja. Salió derrotado en Nájera, aunque tiempo más tarde derrotó a su hermano Pedro I en campos manchegos, al que inmediatamente asesinó en un negro episodio histórico conocido como el “drama de Montiel”. Con Enrique II quedó inaugurada la dinastía Trastámara al frente de la Corona de Castilla. A lo largo de su mandato no tuvo más salida que combatir contra ingleses, navarros, portugueses y aragoneses, con Francia como solidario respaldo, lo que, por otra parte, le comprometió involucrarse en la Guerra de los Cien Años.

Las continuas guerras y sus onerosos gastos debilitaron las arcas de la corona y de la nobleza, lo que propició una política muy poco popular, aunque destinada a recaudar fondos. A fin de apuntalar la estabilidad de la corona, el rey se apoyó en las Cortes como estructura política y legislativa. Durante su mandato, el antisemitismo se propaló por todo el reino, azuzando el germen antijudío que afloró durante la guerra civil, aunque estallará con violencia durante el reinado de su hijo Juan I. Murió en Santo Domingo de la Calzada en el 1379.

Temas

Certezas, curiosidades y leyendas del pasado, de la mano de Marcelino Izquierdo

Sobre el autor


junio 2012
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
252627282930