Ahora resulta que Luis Bárcenas ocultó al menos 22 millones de euros en un banco suizo. Quien fuera tesorero del Partido Popular, designado directamente por Mariano Rajoy, acumulaba casi tanto dinero en paraísos fiscales como el presupuesto anual del Ayuntamiento de Calahorra. Descubierto el pastel por el juez Ruz, María Dolores de Cospedal se ha defendido con ahínco: «Bárcenas no tiene nada que ver con el Partido Popular». Y ha añadido: “En el PP, quien la hace la paga”. Es posible que tenga razón pero, de momento, todo parece indicar que en el PP, “el que la hace la cobra”.
Habría que recordarle, sin embargo, a la secretaria general del PP y presidenta de Castilla-La Mancha, que Bárcenas fue imputado en febrero del 2009 en el ‘caso Gürtel’ y que durante más de un año fue respaldado por Génova en su pertinaz amnesia. De hecho, su dimisión no se produjo hasta el 8 de abril del 2010. O sea que, a lo largo de catorce meses, Rajoy y Cospedal callaron como tumbas y sólo es ahora, que las pruebas periciales son contundentes, cuando se lavan las manos como Pilatos. Y, para más inri, ‘El Mundo’ desvelaba ayer que el propio Bárcenas repartía sobres con dinero negro entre dirigentes del partido. Mientras tanto, el presidente del Gobierno, como el Pollito Pío, todavía no ha dicho ni idem.
La semana ha transcurrido de sobresalto en sobresalto, hasta saturar la capacidad de asombro del masacrado ciudadano. El exconsejero Güemes terminó por dimitir tras ser fichado por la empresa que se adjudicó los servicios que él mismo había ordenado privatizar. Sin solución de continuidad, el presidente madrileño, Ignacio González, se sacó de la chistera la compra de un ático de lujo en Marbella por «tan sólo» 770.000 euros, mientras que la exnovia de Jordi Pujol denuncia que el hijo del molt honorable llevaba a Andorra fajos de 500 euros escondidos en una mochila y, para colmo, el ‘caso ERE’ de corrupción socialista queda paralizado en la Justicia por baja laboral de la juez Mercedes Alaya.
De sainete, vamos.