Hace más de dos años, Ayuntamiento de Logroño y diócesis alcanzaron un acuerdo para dejar exenta la iglesia de San Bartolomé a cambio de que Cáritas ocupara la Casa Farias. Este convenio permitiría contemplar el templo en todo su esplendor y, además, inyectar valor añadido a una de las plazas más singulares de la ciudad. Por el momento, Cáritas ya ocupa la Casa Farias. Pero, hete aquí que durante las obras en plaza apareció parte del lienzo de la muralla medieval, lo que obligó a replantearse el proyecto.
Esta semana, la alcaldesa anunció que los restos arqueológicos descubiertos serían convenientemente tapados para, cuando exista un proyecto definitivo, valorar qué se hacía con ellos. «El hecho de haber permanecido enterrada (la muralla) es lo que ha permitido su conservación durante siglos», afirmó, sin pestañear, Cuca Gamarra. Obvio.
Entonces, si se preservan mejor, ¿por qué no enterramos La Redonda, el monasterio de Suso, las murallas de Ávila, la ciudad de Chichen Itza o los guerreros de terracota de Xian? Así, todos estas joyas permanecerían intactas por los siglos de los siglos, hasta el día del Juicio Final.
Por desgracia –y ojalá me equivoque–, todo parece indicar que la muralla del siglo XII hallada en San Bartolomé va a correr la misma (mala) suerte que el castillo de Logroño –hoy, bajo la rotonda y paso subterráneo del Puente de Piedra–; que el convento de Valbuena –tapado por decenas de aparcamientos en superficie–; o que los restos de la iglesia románica de San Millán de la Cogolla –templo que algunos expertos comparan con la catedral de Jaca o San Martín de Frómista–, oculta con arena y losas de piedra, eso sí muy aparentes.
Parecen olvidar nuestros prebostes que si a algo se está agarrando España para no verse arrastrada por la crisis es al sector turístico ¿Y qué patrimonio vamos a mostrar los riojanos si lo que tenemos lo derrumbamos a golpe de piqueta o lo tapamos sin rubor?
Por cierto, ¿se sabe algo del arquitecto Álvaro Siza?