«Pero qué coño pasa en este pueblo,
es que son fantasmas o son
todos unos hijos de puta»
Cuando José Luis Cuerda estrenó ‘Amanece, que no es poco’, no podía ni imaginar que tanto el título como el guión de su película pudieran tener –casi 24 años después– tanta vigencia. O quizá sí, a tenor de algunos de los jugosos diálogos que jalonan esta obra maestra del cine español, como el que aparece líneas arriba. A día de hoy, en la citada frase tan sólo sería necesario permutar pueblo por nación, patria o, simplemente, España. Y es que, tal y como está el patio, «amanece que no es poco» es a todo lo que podemos aspirar en este país maltrecho y abducido.
A través de una escenografía de comedia coral, el argumento narra el estrambótico día a día de un pueblo de montaña, una diminuta república independiente cuya ‘Ley de Leyes’ está andamiada en el surrealismo más absurdo. Más o menos lo que está ocurriendo ahora mismo en España, si bien en clave de tragedia: los pobres son cada vez más pobres y los ricos, cada vez más ricos; la sanidad, la educación y los servicios sociales públicos –que tantos años de lucha habían costado– están siendo arrojados por la taza del inodoro; los jubilados –tras una vida de sudor y trabajo– ven menguar su pensión, pese a que con ella sostienen las maltrechas economías familiares; separatistas catalanes y nacionalistas españoles se odian a muerte; la mentira es el arma más certera de la clase política y, para colmo, el dictador Franco fue un bienhechor digno de admiración y su régimen, un almibarado contrato paterno-filial.
La Filmoteca Rafael Azcona proyectó ‘Amanece que no es poco’, de la mano de Cuerda. Si tiene ocasión, compare usted mismo, amigo lector.