Es curioso lo que está ocurriendo en España durante las últimas semanas. Buscando la proximidad navideña y los regalos de Nochebuena y Reyes, varios exlíderes de la más exalta responsabilidad presentan sus memorias: Aznar, González, Zapatero, Solbes… No lo hacen, como suele ser costumbre en el mundo anglosajón, a modo de biografía más o menos rigurosa y con el espíritu constructivo de amalgamar una visión histórica de una época y de un país.

¡Qué va! En el caso del expresidente Zapatero y de su vicepresidente económico, Pedro Solbes, es obvio que los motivos son otros. En primer lugar, hacer caja, que siempre viene bien en tiempos de penuria, aunque la penuria la sufran otros y no ellos. En segundo término, justificar –o, al menos, intentarlo– sus respectivas gestiones políticas, haciendo hincapié en los aciertos y edulcorando los errores, que los hubo, y muchos. «¡Yo he venido a hablar de mi libro!», que inmortalizó Umbral.

Asegura Solbes –y se queda tan pancho– que en octubre del 2007 él ya previó la crisis. No explica, sin embargo, por qué, en vez de enmendar la plana, defendió con uñas y dientes el «todo va bien» en un debate electoral con Manuel Pizarro. Además, no cuela que un político de la experiencia de Solbes –ministro en varios gobiernos, presidente del Ecofin o comisario de la UE–, y al borde de la jubilación, cumpliera, a sabiendas y sin rechistar, las «órdenes erróneas» de su jefe.

Zapatero, por su parte, no quiere entrar en polémicas con Solbes –«entre bomberos no vamos a pisarnos la manguera»–, entona a regañadientes el mea culpa y, para colmo, se atreve a incluir en sus memorias la carta que el presidente del BCE le envió en el año 2011 –previo pay per view, claro–, cuando la sombra del rescate planeaba sobre España, en vez de hacerla pública en el Parlamento.