Los navarros tenemos muchas cosas propias. Entre ellas, un vehículo muy nuestro. No es de Alta Gama como cabría esperar por nuestra posición privilegida. Es pequeñico y resultón…  Y aunque no tiene el nombre de nuestra Comunidad Foral nos sentimos muy orgullosos de él (como de todo lo que allí hacemos… faltaría más…)

Tiene un nombre frío. Helador. Muy en común con nuestro Reyno (por algo a Pamplona se la conoce por estos mundos digitales como Mordor…) Y para darle la pátina definitiva que corrobore lo que digo, es de origen alemán como todo lo que está hecho con calidad y manda en el mundo.

Su casa está en Landaben. Se fabrican a cascoporro. Es un Volskwagen. Le llamamos… ¡El Polo!

¡El Polico!

Y yo  lo confieso. Como buen Navarro, me compré uno hace unos años. Hice patria con la adquisición. Me enamoré de él desde el principio. Le hablo todos los días. Le he puesto nombre…Lo cuido y lo mimo hasta el último detalle. Por eso no voy a decir ni su color ni su matrícula. Así lo protejo en esta tierra hostil en la que descansa durante varios días hasta regresar a su hogar foral donde duerme placentero en una plaza de garaje cerrada y no al descubierto como lo hace en la capital riojana.

Fue por este motivo que decidí no seguir la dinámica foral de marcar su preciosa chapa roja (había prometido no decir su color ¿no?… Bueno en fin… era esperable que un Navarro tenga un coche de color rojo, rojo foral, rojillo osasunista). A lo que iba, que me desvío…

Yo soy uno de esos selectos Navarros que no hemos marcado la parte trasera de nuestro coche para que no lo identfiquéis con esa oveja ‘graciosa’.

Graciosa por decir algo.

Que yo en la vida he visto una ovejica tan así… tan  feliz y con zapatos de color negro (…y de Arnedo supongo), con una cara sonriente hecha con dos bocas a lo Cobi.
Siempre pensé que el dibujico de marras era como si alguien hubiese metido en una coctelera algo de Mariscal, algo de Kukuxumusu y hubiera batido fuertemente para sacar esa  ovejica que se pasea por las praderas de aslfato siempre sonriente.

Nunca imaginé  que habría nada más hortera.

Hasta que llegué a Logrocity.

Y aquí aprecieron las uvas. Las uvicas.

Yo lo llamo:  ‘siete intentos de círuclo hechos por un niño riojano’; o ‘la destreza gráfica de un ‘aborígen de aquí’ después de una larga jornada por La Laurel’ Porque como dibujo conceptual está bien, ahora…. para ponerlo en el coche, como que no lo veo…

¿Qué trata de transmitir? ¿Uvas felices? ¿Uvas borrachas? No sé por qué nos empeñamos todos en poner en los coches dibujos naif más cerca de la infancia que de la sencillez de lo propiamente naif.

El sábado pasado, Francisco Javier y yo jugamos a adivinar cuántos coches eran de La Rioja y cuántos no. Y nos guiamos por las customizaciones…. Vimos uvicas, ovejicas, circulicos capitales, manzanicas de apple, burros catalanes, un caballo soriano, banderas asturianas, escudos del Bilbao (Athletic para los amigos), carteles de ‘Papá no corras’ y pegatinas de dudoso gusto estético.

Pasamos un rato divertido en el aparcamiento público más grande jamás creado al lado de un casco Viejo. Si riojanos míos….la zona de descanso automovilístco del Revellín. Que da para una entrada de blog en sí misma y  que prometo hacer…

Y ahora que no hay matrículas que pongan eso de LO (por Logroño) o marquen al coche con un NA (Por el Reyno…que hemos sido diferentes hasta para eso… la única Comunidad Foral y no Foral que en su matrícula no estaba representada el nombre de la capital… Menudos mosqueos he padecido yo en tierras Palentinas por este tema…que ya se sabe… los ‘palentinos’ son gente conflictiva… que se lo digan a Israel…). Pues a lo que voy… la mejor manera de saber de dónde es un coche es a través de la creatividad de su dueño…

Aunque claro… cuando te encuentras cosas como ésta… Uno no sabe ya qué pensar…

Francisco Javier y yo nos fuimos a buscar a Puy y al resto de amigos y nos fuimos de vermut torero. Y mi Polico se quedó aparcado un día más. Como siempre… en el anonimato.