En el paseo del Mercadal de Calahorra instalaron hace más o menos tres meses una supuesta escultura cuya función nos contaron era tridimensional. Adornar el paseo, potenciar las verduras y favorecer la cultura. Creo que excepto en lo de “tridimensional”, nos engañaron en todo, pues afecta gravemente al arte, al erario público y lo que es peor…nada aporta a la industria de la verdura calagurritana.
En primer lugar, el alcalde de Calahorra, Javier Pagola, con el refrendo de su equipo de gobierno, contrata por “dedocracia” la creación de una escultura a precio pactado, con un pintor nacido en Calahorra. No se convoca un concurso de ideas público, al que se puedan presentar escultores de toda España…no. Se llama directamente al pintor Luis Subero, -al cual en Calahorra se le vincula con el círculo de amistades del alcalde – para que por setenta mil euros (casi doce millones de pesetas), instale en el parque de la Era Alta una escultura inmersa dentro de una especie de mirador con una ventana, que integre –a través de la perspectiva- la obra en la huerta calagurritana.
El hecho de que se elija a dedo a este pintor para hacer una escultura, es muy sorprendente, ya que no se conoce ninguna escultura pública realizada por esta persona en su vida. Si le hubieran encargado un óleo, para el salón de plenos…lo entendería, (conceptualmente hablando) pues tiene su experiencia, incluso su público en La Rioja… ¡pero una escultura!
Tengamos presente que es la primera “escultura” que planta este autor en una calle, plaza o paseo. Una “ópera prima” muy bien pagada. Cualquier aspirante a escultor se daría con un adoquín en los dientes si le ofrecieran doce millones de pesetas por su primera escultura pública. La mayoría incluso la donaría gratis, máxime si es para su ciudad natal y si encima le dejan poner su nombre en el pedestal a tamaño XXL.
Sobre la entidad artística de la obra en sí, se pueden ofrecer distintas interpretaciones. Nada tan versátil para algunos como la calidad y cualidad del arte. Pero dejando interpretaciones técnicas al margen…los paisanos opinan. Algunos dicen que más que una escultura parece una tumba, con lápida y mármol. Una especie de mausoleo a la verdura. Incluso hay quién ha preguntado por el mérito o biografía del tal “Xubero” suponiendo que descansaba bajo la lápida.
Los más osados afirman que la escultura en sí es un monumento a la alquimia, pues se ha conseguido transformar un montón de verduras en un tubérculo. También los hay menos finos.
Pero he de jurar sobre la memoria de los Santos Mártires que por más que he preguntado, todavía estoy por encontrar a una calagurritana o calagurritano “de a pie” que le suelte un piropo a la “escultura”. ¿Será tan solo la opinión del inculto burgo?
Aunque si llevan Ustedes a un titulado/a en bellas artes a ver la obra (lo he hecho) se queda pasmado/a en cuanto la vea y sepa lo que ha costado. Todo son descalificaciones, algunas no reproducibles dentro de los márgenes de la buena educación.
Hasta aquí llega la realidad de las opiniones que sobre el monumento me han llegado. Pero después de transmitir impresiones infundidas, (que no infundadas) no podía sustraerme a dar mi opinión sobre el objeto. Y digo objeto, pues es difícil catalogar la obra. Desde luego no se puede definir como una escultura. Cuatro paños de bronce, con menos del metro cuadrado, sobre los cuales con un orden singular se ubican habas, ajos, berenjenas, zanahorias y cardos…sin la menor concesión al ingenio ni a la originalidad y anhelando un hiperrealismo que tampoco se alcanza.
Una base plana -en profundidad y transmisión-, sobre la que aparecen como pegados los frutos de la huerta. Una obra que no estimula el intelecto, ni deja el menor margen de participación interpretativa al espectador.
Una especie de “altorrelieve” en el que el autor no ha conseguido que el fondo plano pase a formar parte del motivo representado, ni tampoco ha creado una convención óptica en la cual se produzca la sucesión de términos -o profundidad-, aplicando unos conceptos elementales de perspectiva.
Una obra de estas características debería transmitir el juego entre lo representado y la luz que recibe. En ello residiría el alma y el encanto que yo no encuentro.
El autor no se ha arriesgado, y como reza el refrán: “El que no se arriesga no gana”…y desde luego ha perdido… pese a los doce millones. Pero reconozco que esta crítica a la obra en sí es personal y subjetiva, sin base académica.
Cosa bien distinta es el hecho demostrado de lo desproporcionado del coste del encargo, al cual hay que sumar la construcción del cimiento del pedestal, que corrió a cargo de la brigada de obras del Ayuntamiento de Calahorra.
Tenemos múltiples ejemplos en Logroño, Aldeanueva de Ebro, y en la misma Calahorra, de esculturas,- de mayores dimensiones- realizadas por verdaderos escultores de renombre que han costado menos de la mitad en algunos casos. Y también destacar que pese a que finalmente el encargo inicial se vio disminuido en su exigencia, para terminar en un mondo y lirondo mazacote en mitad del Mercadal… el precio final pagado no se ha visto reducido en similar proporción. Se ha pagado lo mismo por menos de lo que se había exigido.
Doce millones de nuestros impuestos (el sueldo de diez años de un obrero a salario mínimo interprofesional) que ni sirven para promocionar la verdura de Calahorra ni mucho menos la cultura. Hay otras mejores maneras de promocionar ambas áreas con tanto dinero.