Cincuenta hombres juntos pueden llegar a asustar. Sobre todo a una niña. Porque… una mujer, a los trece años es una niña. Aquí, en Somalia y en el sun sun corda.
Y afortunadamente en España tenemos una ley que protege a los menores, incluso a los delincuentes. A todas luces mejor que no tenerla, aunque muchos puedan pensar lo contrario.
Pero volvamos a esos cincuenta hombres. Muchos con barba, algunos sin ella. Los habría que olerían incluso bien, otros no tanto. Con ropas blancas la mayoría, y las manos llenas. De piedras. Las cabezas también repletas, de ideas podridas que emanan de la manipulación interesada de una religión…el islán en este caso.
Aisha Ibrahim Duhulow, cuando iba a visitar a su abuelita, no sabemos si con una cestita, pero sí que le acompañaban tan solo trece añitos, se encontró con un desalmado que la violó…mal menor visto lo visto.
Tras el infame suceso acudió la niña a las autoridades que tras oírla (que no escucharla) determinaron que era culpable de adulterio. Y como en Somalia no hay ley que proteja a los menores – ni delincuentes ni no delincuentes-, pues la condenaron a ser lapidada.
Esos cincuenta hombres, el pasado día veintiocho, -ante mil espectadores- asesinaron a pedradas a una niña de trece años. Esta vez en nombre del islamismo…otra vez en el nombre de una religión.
Lo peor de todo esto emana de la tremenda injusticia de asesinar a una niña con una previa condena triple. La condenó quién la violó, quienes la juzgaron e impusieron la pena de lapidación y por último cincuenta hombres observados por mil personas.
Como me dijo en cierta ocasión un necio cualquiera, me entiendo mejor con los animales que con las personas, y ahora que lo pienso es posible, pues estas cosas jamás las haría un animal…por muy animal que fuera.