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¿En qué sociedad vivimos?

Ante tanto y tanto escándalo que está salpicando de lleno al Partido Popular en determinados municipios y autonomías, no se puede uno abstraer de la pregunta fundamental…¿Cómo es posible que la gente siga apoyando con su voto a las personas que protagonizan tales escándalos? Y dudo mucho que sea un problema de partidos…es un problema de personas, en esta ocasión de un partido, en otras lo ha sido de otros.

Aunque el tema pueda parecer menor, en España existen millones de personas a las cuales la ética y la decencia en la gestión pública -de los que se presentan a las elecciones- no les debe de importar un pimiento a la hora de ir a votar.

Eso es la consecuencia última de que personajes como Jesús Gil, Carlos Fabra , el alcalde de Andratx o la propia Aguirre..hayan recibido el apoyo mayoritario de sus electores, pese a estar inmersos en casos tan repugnantes para la democracia como “El Tamayazo” o las tramas de corrupción urbanística de la costa y Baleares.

Dicen que cada pueblo se merece el Gobierno que tiene…y debe de ser verdad.

La gente sigue votando al que se autoentrega papeles de viña, se beneficia del urbanismo municipal , utiliza la administración en defensa de sus intereses y de los de sus amigos. Al que está bajo sospecha de corrupción, al que manipula y desvirtúa las leyes a su favor, al que prevarica…aunque afortunadamente no es siempre así.

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En la última etapa del gobierno socialista de Felipe González, al lógico desgaste que más de una década de gobierno supone, se unieron varios casos de corrupción que gracias a una campaña de publicidad orquestada por determinados medios de comunicación (como El Mundo) se lograron colocar en el primerísimo plano de la actualidad nacional, dando la impresión de que dichas conductas eran la generalidad. Aquellos casos tan sonados -como excepcionales en proporción- llevaron a muchos cientos de miles de ciudadanos a retirar su confianza a un gobierno que estaba coexistiendo con asuntos tan graves como Roldan o el GAL.



Esa conducta de ética y moral de los votantes (tan deseable como necesaria) se ve espoleada solo cuando las situaciones se vuelven extremas y otro caso evidente fue la respuesta de los ciudadanos ante la actuación del gobierno de Aznar tras el atentado del 11M.

Sin embargo, en el día a día, un importante núcleo de la sociedad tolera, soporta y cohabita con los presuntos escándalos de sus representantes políticos. Parece que se da por asumido que todos los políticos han de ser indefectiblemente iguales, lo cual es una soberana memez, pues al igual que de entre un grupo de tan solo diez personas encontraremos abismales diferencias que distinguen a cada una de ellas….no es posible aquello tan manido de que: “todos los políticos son iguales”. Todas las personas somos diferentes…también –por supuesto- los políticos.

Apoyar con el voto a un representante político, (como hicieron en Marbella durante años) pese a tener fundadas sospechas de que su conducta respecto de la gestión pública no es ética…es un acto de bajeza moral que degrada al que lo comete.


Por la libertad de expresión.

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