En los últimos años estamos asistiendo a una preocupante normalización de la violencia y de la morbosidad asociada a ella. Los asesinatos extremadamente violentos o aquellos en cuya factura se dan cita especiales circunstancias (parentesco, abusos sexuales, menores, ensañamiento), despiertan un sorprendente interés morboso y saltan a los medios de comunicación con una fuerza y un espacio antiguamente desconocido.
Se han creado programas que únicamente abordan este tipo de sucesos, mientras en otros –en los que antes se trataban de soslayo- ahora la morbosidad articula todo su contenido.
Hasta tal punto hemos llegado, que los propios noticieros televisivos…Los “telediarios”, llenan una parte importante de su tiempo con asesinatos, violaciones, etc.
Pero la cuestión principal… la gran pregunta es: ¿Qué ha sucedido para que este fenómeno se produzca?. Tal vez sea una cuestión de lucha por la audiencia. No encuentro otra justificación.
En España – y en cualquier país del mundo- siempre ha habido casos de este tipo…asesinatos pasionales, desapariciones, crímenes sangrientos, y un largo etc. Pero de ellos se daba cuenta principalmente en el diario “El caso”, el preferido por los morbosos.
Hace ya mucho tiempo que esto sucede… que todo ha cambiado. Con la desaparición de la joven Marta Del Castillo hemos asistido a un espectáculo delirante protagonizado por familiares y amigos -de todas las partes implicadas- que no han tenido el menor reparo en contribuir a un circo vergonzante.
Al más puro estilo sensacionalista nos han servido desde los medios una cobertura desconocida ante un caso de estas características. Entrevistas diarias con la madre, el padre y el abuelo de la niña. Asistencia a platós de televisión de todas las cadenas. Ruedas de prensa…programas monográficos especiales. Intervenciones de la familia, que se justificaban totalmente cuando desconocían la suerte de su hija, pero que ya rechinan una vez conocido que la joven ha sido asesinada y que por tanto… ya nunca volverá.
Una conducta –la de la familia- que desde luego nadie tiene legitimidad para juzgar, pero que ha sido obscenamente aprovechada por esos “buscadores de carroña” que tanto abundan en las televisiones.
A la actuación de la familia, se han unido toda una cohorte de amigos y enemigos de unos y otros; antiguas novias del presunto asesino, ex suegras y otros esperpentos. Niñas de 14 años embarazadas -a cara descubierta-, fotografías de amigos y otros menores que nada tenían que ver en el caso, han aparecido en todas las cadenas…y un largo etc.
Por si fuera poco, el caso ha saltado al terreno político, ya que los padres de la niña pretenden reunirse con el presidente del gobierno y el del PP, para solicitar que el Estado cambie su ordenamiento jurídico e instaure nuevamente la “cadena perpetua” . Una cuestión que es perfectamente debatible y planteable…pero no de esta manera, impulsada por unos padres destrozados de dolor por la muerte de su hija.
Las leyes de un Estado democrático no se deben cambian de repente porque lo pidan los padres de una niña asesinada. Seamos un poco más serios. Si España necesita castigar a los delincuentes con tal pena, será fruto de la reflexión cualificada de quién convenga, nunca del efecto producido por un asesinato tan manipulado mediáticamente.
Y por si esto no fuera suficiente con todo lo aportado, también se han criminalizado las redes sociales de Internet que tanto utilizan los adolescentes. Es la historia de siempre, responsabilizar a la tecnología de los actos que cometemos las personas. Como si a Marta la hubiera matado un ordenador -o el uso que hacía de él-… y no la mala suerte de tener por novio a un chico – presuntamente asesino- capaz de matarla a golpes con un cenicero.