La primera vez que visité Fago, tenía 18 años. Me llevaron mis compañeros de la escuela de forestales de la DGA. Fago era un maravilloso pueblecito perdido en mitad del seco bosque prepirenaico, hecho de roca y lastras. Calles anchas empedradas y una pequeña iglesia cuadrada, de piedra negra. Por las calles había gente, abuelos […]