El sábado por la mañana -por casualidades de la natación-, me topé con una manifestación contra el bajo precio de la uva. En la calle Jorge Vigón de Logroño. Una “andro-manifestación”. Me chocó bastante que la inmensa mayoría de los asistentes eran varones. En la cabecera de la manifa, -que estimaría en unas 2000 personas- un señor montaba a un borrico. Enarbolaba una pancarta en la cual se podía leer, que había tenido que volver a montar en burro…con el precio al que se pagaba ahora la uva. No pude evitar en pensar dónde habría guardado el Mercedes…o el todoterreno último modelo. .
La crisis económica ha afectado a todos los sectores. Que esto sucediera de forma drástica en alguno de ellos – como el del vino- , era algo tan previsible como que cada mañana se hace de día. Este sector del vino, hace 15 años era un segmento muy bien estructurado. Conformado por agricultores tradicionales, bodegueros tradicionales y con una comercialización organizada que a lo largo de muchísimos años se había hecho un hueco y una merecida reputación en España… y en el mundo.
¿Y como se vino todo esto a bajo? Muy sencillo. Los precios de la uva se dispararon. Se paso en un suspiro de cobrar 80 o 100 pesetas el kilo a 400. Empezaron a llegar los especuladores y los buscavidas al sector. La botella de crianza se compraba a 300 pesetas y la uva se vendía a 400…algo no cuadraba. “Ganaeuros” sin escrúpulos comenzáron a plantar viña y más viña. Con papeles y sin ellos. Grandes bodegas hincaban 80 hectáreas de viña sin papeles….y te lo decían con toda su cara dura. Personajes ajenos a cualquier agricultura comenzaron a enterrar millones en dinero “de dudosa fiscalidad” comprando fincas y más fincas. Constructores de viviendas metidos a agricultores y bodegueros. Advenedizos y mercenarios sin ninguna cultura ni tradición vitivinícola, que han asfixiado a la gallina de los huevos de oro. Y mientras tanto, el precio de la uva, sostenido durante varios años muy por encima de la lógica. Comenzaron a llegar a los concesionarios de coches paisanos que pagaban los “todoterreno” en metálico. Poblaciones que tradicionalmente habían contado con una sola bodega cooperativa, vieron como -cual hongos en otoño- aparecían decenas de bodegas. En determinados pueblos se inició el concurso “ a ver quién se hace la casa más grande”. Algunas de las puertas talladas en madera que he visto en estos pueblos debieron costar más que mi coche. Eran años de bonanza artificial y de borrachera inversionista. Años en los cuales los asiduos al Don Mendo y Don Simón, solicitaban al camarero caldos de gran reserva de 1968. Y si entrabas a un bar y no pedías al menos “un crianza”, quedabas como un paleto. Todo se disparó. El precio del vino…de los derechos de plantación…de la tierra. Uno de los mayores perjudicados fue el medioambiente de La Rioja Baja. Miles de hectáreas de tradicionales cultivos de secano, cereales, olivares tradicionales, almendreras y zonas esteparias desaparecieron bajo la codicia del vino. Todos querían morder la tarta. Viña, y más viña. Viña por todas partes. Herbicidas, insecticidas, balsas, riegos por goteo…una orgía gastadora.
Al igual que le ha sucedido al ladrillo, la uva paga ahora su bacanal. Tal vez alguien pensó que la uva podría estar toda la vida a 400 pesetas el kilo….y que se podría llenar toda La Rioja de cepas…y su cuenta corriente de euros a cunachadas…que las grandes explotaciones producirían cientos de millones cada temporada….que cada año cambiarían de coche. Pero la realidad es otra. Esperemos que toda esta vorágine que la codicia de muchos ha provocado no se haya cargado un sector y una reputación tan grande como la de nuestro vino…que para mi siempre ha sido un orgullo, como riojano y como enamorado del vino…del bueno.