Si JFK no fue capaz de parar el programa nuclear de Ben Gourión , ni Clintón consiguió la paz con Arafat, tengo serias dudas de que Obama pueda hacer algo más que sus predecesores demócratas (y también republicanos aunque con menos ganas) para conseguir la paz entre Israel y Palestina. Son tantas las deudas pendientes, los ajustes de cuentas en la recámara, que un acuerdo de paz entre ocupados y ocupantes (pongan a Israel en el concepto que quieran) se antoja imposible.
En uno y otro bando se educa en el odio y el desprecio hacia sus vecinos. Con semejantes pilares es imposible construir un edificio que no amenaze ruina al día siguiente. El presidente de Israel es el más claro ejemplo de predicar una cosa y hacer lo contrario. Dice querer la paz pero no está dispuesto a ceder nada. Su gobierno es sostenido por lo más radical del fundamentalismo hebreo…por los de las trencitas y la orgía de natalidad. Por su parte Abaas, llega a unas conversaciones representando a nadie…o a casi nadie. Un presidente de un país que no existe y cuyos ciudadanos no le apoyan. Un presidente que no gobierna, navegando entre grupos armados enfrentados entre sí y contra sus interlocutores.
A los lados, como si de ángeles custodios se tratara Jordania y Egipto. Dos países de los que hay mucho que aprender en este particular.
Sobrevolando todo, los EEUU, siempre entrometidos en lo que les incumbe y en lo que no, “intentando” nuevamente resolver un problema a 12.000 kilómetros de distancia.
En frente muchos más. Los que “parece ser” no quieren ni les interesa se resuelva el conflicto. Neturei Karta, Mahmud Ahmadinejad, Hamás, los Hasidim, los Mártires de Al-Aqsa, Al Qaeda, un ejército de Colonos llegados de todos los rincones del planeta, Hezbolá, Siria…suma y sigue. Es la cuadratura imposible del círculo.